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Respuesta:
En la larga historia de la emigración a Estados Unidos, existe un antes y un
después. La mayoría de investigadores sociales ubica la transición en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando los europeos cedieron su lugar a los latinos y asiáticos. Ven al período actual como una novedad. Esto es un error. El cambio a la Era Moderna tuvo lugar a mediados
del siglo XIX. La mayoría de los inmigrantes recientes a Estados Unidos llegaron hace 100 años. Hasta hace poco, la inmigración ecuatoriana confirmaba esta periodización—aunque venían de un lugar diferente, los inmigrantes ecuatorianos eran muy similares a los italianos y polacos del pasado—. Desde la crisis de los 90, sin embargo, se ha producido en este país
un cambio radical, un cambio ligado directamente a la feminización de la
migración.
La Era Moderna de la inmigración
Fue el barco de vapor y no el avión, el que transformó la historia de la inmigración (Wyman, 1996). Antes de la llegada del transporte rápido, barato y fiable, la mayoría de las decisiones migratorias eran definitivas. El
viaje en barco de vela costaba tiempo y dinero e implicaba un gran riesgo.
Ecuador en la historia
de la migración internacional
¿Modelo o aberración?
En 1830, el viaje requería dos meses en promedio (Chiswick y Ha t t o n ,
2002). Un mayor tiempo a bordo significaba un mayor riesgo de naufragio y, especialmente, de enfermedad. Los pasajes estaban fuera del alcance
de los trabajadores ordinarios, a menos que se vendieran como sirvientes o
e s c l a vos. La mayoría de inmigrantes, por lo tanto, disponía de algunos recursos y concebía el traslado como permanente. En consecuencia, la mayo r
p a rte venía en grupos familiares con aspiraciones desplazadas del país de
origen al país de destino. Erickson (1994) señala que tres cuartas partes de
los ingleses, dos tercios de los holandeses y dos tercios de los alemanes que
e m i g r a ron a Estados Unidos en la década de 1830, vinieron en grupos fam i l i a re s .
Como el telégrafo y el ferrocarril, el barco de vapor empujó a los movimientos migratorios hacia una fase moderna y global. Los barcos de vapor podían transportar emigrantes por una fracción de tiempo, costo y
riesgo menores comparado con lo que ello implicaba en los barcos de ve l a .
El tiempo que llevaba cruzar el Atlántico disminuyó de 5 semanas, en la
década de 1840, a 12 días, en 1913. Así, el emigrante ahorraba casi un mes
de paga (Cohn, 2001; Mc Donald y Schlomowitz, 1990; 1991). Mc Do n a l d
y Scholomowitz concluyen que la tasa de mortalidad disminuyó en un
80% durante el mismo período. Los pasajes bajaron significativamente con
relación a los salarios; el cónsul de EE.UU. en Düsseldorf expresó, en
1888, que ahora “emigrar estaba dentro del alcance de las clases más pob re s” (Wyman, 1996: 25). Para contextualizar la toma de la decisión, un
polaco que consideraba un viaje a EE.UU., en 1900, se enfrentaba con costos de pasaje, tiempo y riesgo de accidente o fracaso menores que los que
lo hace un ecuatoriano en el 1995.
El resultado fue revolucionario: emigración temporal. Los viajes internacionales por corto plazo emergieron como un modo de solucionar problemas locales, un instrumento temporal para acumular ahorros para disponer de más tierra, mejores casas, y un futuro más seguro para sus hijos. Más
de la mitad de todos los emigrantes a Estados Unidos, en el siglo diecinueve, tenían la intención de regresar a sus países de origen, y esto se manifestaba de modos marcadamente similares a los que vemos hoy, que incluyen
casas espléndidas y enormes remesas. El ir y volver pasó de ser una posibilidad costosa a una probabilidad barata, una elección no muy distinta a la migración regional. Por ello, resulta erróneo poner el énfasis en el nuevo carác32 Brian Gratton
ter de la emigración contemporánea en las innovaciones como el e-mail, fax,
teléfono y avión.
Por estos motivos, surgió todo un conjunto de factores que se consideran ahora señales clásicas. Los emigrantes tienden a proceder de regiones
afectadas no por el colapso, sino por el declive económico, en el que el logro de objetivos tradicionales es cada vez más difícil. Procedentes de zonas
rurales y ciudades pequeñas, los emigrantes tienen poca educación y limitadas habilidades ocupacionales. Muestran una pronunciada orientación hacia destinos particulares, siguen cadenas establecidas por los emigrantes pioneros de su región. Las redes de pioneros disminuyeron los costos de la emigración e influyeron no solamente en el destino, sino también en las elecciones ocupacionales. Un signo característico es que casi todos los emigrantes temporales eran hombres jóvenes. Entre 1900 y 1910, casi el 70% de los
inmigrantes a EE.UU. estaba compuesto por hombres (Wyman, 1996). Sin
embargo, la emigración de ida y vuelta sufrió un desgaste –con cada retorno a EE.UU., el traslado permanente se volvió más probable–. La llegada de