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POLITICA Y CULTURA
integración. Los partidos comunistas fueron en principio (con los años la posición de algunos de
ellos cambió) los más firmes opositores a la unión europea porque, según su interpretación, la
integración implicaba peligro para los trabajadores, decadencia para las industrias nacionales y
el inevitable crecimiento del capitalismo monopolista internacional y el imperialismo americano,
junto al surgimiento de una Alemania agresiva y armada. Otros de los más firmes opositores a
la unidad europea, hasta la actualidad, lo constituyen los sectores ultranacionalistas.
El proceso de unificación europea estuvo marcado por tres diferentes concepciones
respecto al tipo de colaboración que debía darse entre los estados: federalista, funcionalista y
confederacionista.
El ideal federalista, presente ya en el pasado siglo en la utopía de Proudhon, fue presentado
como la alternativa al nacionalismo y las guerras que éste conlleva, productos ambos de la
existencia del Estado-nación, responsable según el autor de la disolución de los lazos espontáneos de unión que los hombres habían mantenido con las comunidades territoriales. Esta
tradición proudhoniana plasmó los movimientos federalistas, que luego de la Segunda Guerra
se organizaron en varios países europeos con el acuerdo de que "Europa es diversidad, unificarla
brutalmente sería destruirla; armonizar, articular, federar es lo que hace falta ",1
Según los representantes de esta tendencia debían crearse en primer término instituciones
políticas que fundaran su legitimidad en el consentimiento expresado directa y libremente por los
ciudadanos y con poderes de formulación, decisión y ejecución de políticas que serían sustraídos
a ios gobiernos, parlamentos y tribunales nacionales.
El federalismo se presentaba como una nueva concepción del hombre y de la sociedad al
expresar que la deshumanización de la vida moderna requería de una nueva liberación que se
lograría al conciliar la autonomía de los individuos, grupos y pueblos con el robustecimiento de
la unidad y la solidaridad del conjunto, con el fin de garantizar una verdadera democracia en el
interior junto con la organización de espacios que traspasaran lo nacional.
A pesar de estas alentadoras expresiones se reconocía que no se estaba en condiciones
de movilizar ampliamente a la sociedad europea porque los partidarios del federalismo eran vistos
como portadores de una nueva utopía. Sin embargo, sectores importantes de los partidos
democristianos en Alemania e Italia, luego del nazi-fascismo, así como socialistas y liberales, se
adhirieron al movimiento, pronunciándose por la supresión del principio de soberanía nacional
ilimitada en la solución de los problemas económico-sociales, a partir de la inmediata transferencia de los derechos soberanos a autoridades supranacionales que impulsaran un Estado federal.
EL PROCESO DE UNIFICACIÓN EUROPEA 321
La concepción funcionalistas e gestó en los círculos de los altos funcionarlos y su expresión más
genuina es la obra de Jean Monnet, como se observa en el Plan Schuman, Euratom, entre otras.
Monnet planteaba que era ilusorio pretender crear de una sola vez un edificio institucional
completo, como lo sugerían los federalistas, porque ello suscitaría en los Estados tantas
reticencias como para hacer que cualquier iniciativa de este tipo fracasara. Los ánimos no
estaban lo suficientemente maduros como para admitir excesivas cesiones de soberanía,
estrellándose contra las susceptibilidades nacionales, vivas aún al finalizar la Segunda Guerra.
Para lograr el éxito era preciso limitarse a objetivos concretos y crear un mecanismo de decisión
conjunta, que poco a poco fuera recibiendo nuevas competencias.2
El debate entre federalistas y funcionalistas, iniciado en el año de 1947, finalizó con la victoria
de los segundos cuando en 1951 se firmó el tratado fundacional de la Comunidad del Carbón y del
Acero, tras su ratificación por parte de los seis países miembros: Francia, Alemania Federal, Italia,
Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Según Robert Schuman, esta comunidad sentará las primeras bases
concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz. El punto de vista
federalista no fue totalmente abandonado, porque se han dado a algunas instituciones comunitarias
aspectos federales como, por ejemplo, el Parlamento Europeo; la Corte de Justicia, encargada de
garantizar el derecho comunitario; la Comisión, que es controlada y puede ser derribada por el
Parlamento, etc., pero, como afirma Atiero Spinelli, son "casi" federales.
Explicación:
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