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Los escribas en el antiguo Israel eran hombres sabios cuyo trabajo era estudiar la ley, transcribirla y escribir comentarios de la misma. Ellos a veces eran contratados, cuando se presentaba la necesidad de un documento escrito o cuando se requería una interpretación de un asunto
Los escribas tomaban seriamente su trabajo de preservar la escritura; copiaban y volvían a copiar la biblia meticulosamente, incluso contando letras y espacios para asegurarse de que cada copia fuera correcta. Podemos agradecer a los escribas judíos por preservar las porciones del antiguo testamento de nuestras biblias.
Los judíos se volvían cada vez más conocidos como "el pueblo del libro", debido a su estudio fiel de las escrituras, particularmente de la ley y cómo había que seguirla. En la era del nuevo testamento, a los escribas muchas veces se les relacionaba con la secta de los fariseos, aunque no todos los fariseos eran escribas Los escribas eran maestros del pueblo e intérpretes de la ley. Eran ampliamente respetados por la comunidad debido a sus conocimientos, dedicación y su apariencia externa de guardar la ley.
Ellos se convirtieron en profesionales en explicar la letra de la ley, ignorando el espíritu detrás de el y por eso no podían ver a Jesús y sobre todo cuando hacia milagros o perdonaba los pecados. Esto dio lugar a muchos enfrentamientos entre Jesús, los fariseos y los escribas. Él condenó totalmente a los escribas para su hipocresía (Mateo 23:22). Ellos conocían la ley, la enseñaron a los demás, pero no la obedecieron.
La lección que todo cristiano puede aprender de la hipocresía de los escribas, es que Dios quiere mucho más que los simple actos externos de justicia. Él quiere un cambio interno de corazón que continuamente se rinde en amor y obediencia a Cristo.