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El origen de todos los conflictos secundarios que aparecen en la obra es la codicia y la mezquindad de la Celestina y de los criados, y el dinero es lo que les arrastra a la muerte. Otra característica común a estos personajes es su marcado individualismo: cada uno actúa por razones puramente egoístas, movidos exclusivamente por su propio interés.
En esta obra todos los personajes se mueven por la avaricia y las pretensiones. Desde los criados hasta los enamorados, todos ellos manejados como marionetas por hilos invisibles que controla Celestina. Ésta última es la más egoísta de todos los personajes. A ella no le interesa nada más que conseguir dineros y riquezas. Por ello accede de buen gusto, cuando Sempronio se lo propone, a interceder entre Calixto y su amada.
Ella consigue de cada persona lo que quiere, dándoles aquello que ellos desean. Así de Calixto consigue dinero y una cadena de oro, que finalmente, por otra parte será el desencadenante de su propia muerte.
En el caso de Sempronio y Pármeno, éstos se mueven por amor hacia Areúsa y Elicia, además de por fines económicos. Las prostitutas en cambio están a disposición de Celestina en todo momento. También Lucrecia que aparece muy poco en la obra cae en las redes de Celestina.
Y en última instancia aparece la pareja de enamorados. Calixto está dispuesto a cualquier cosa por conseguir a Melibea y por ello pagará a la alcahueta con grandes sumas de dinero. El egoísmo arrastra a Calixto, que justifica las muertes de sus criados y no renuncia a la entrevista con Melibea porque lo único que le importa es su propio beneficio, su relación con ella. Por su parte Melibea inicialmente se muestra reticente a mantener una relación con Calixto. Pero tras ser embaucada por la vieja ésta se enamora locamente del hombre, pasando de ser la típica hija perfecta, a convertirse en una mujer que sólo piensa en su amado y que comienza a vivir por y para él
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