• Asignatura: Religión
  • Autor: fernandezlisbeth211
  • hace 4 años

argumenta ,mediante un ensayo que significa que el hombre es un ser trascendente

Respuestas

Respuesta dada por: jazplp69
0

Respuesta:

La vida humana tiene su razón de ser en una creación que debe continuarse en

todo momento y en todos los seres humanos desde su concepción y más allá de

la vida material, y que responde al primigenio impulso creador de su espíritu. Esto

explica que el ser humano tenga la formidable misión de recrear en sí mismo la

obra de su propia creación, para hacerla extensiva a los demás seres humanos.

En suma, es preciso reconocer que una de las finalidades del ser humano es

llegar a descubrir su propia humanidad, para conformar su acción a la de su propia

naturaleza, una naturaleza a la vez inmanente y trascendente, por su doble

condición material y espiritual. Ortega y Gasset describe al ser humano

magistralmente, como “un centauro ontológico, mitad de él sumido en la materia,

mitad de él tendiendo hacia lo alto”. De hecho, los antiguos paganos reconocían la

necesidad de una identificación vivencial con lo trascendente, con Aquello que le

da sentido a la existencia humana. Aún los no-creyentes, que sienten la necesidad

de realización únicamente en el ámbito material, no dejan de reconocer que su

trascendencia en este mundo sólo puede concretarse mediante la impronta que

deja su espíritu en su paso por la vida: producción intelectual, artística, herencia

educativa, influencia en valores cívicos, morales, etc. Lo que generalmente no se

pregunta es: ¿por qué si mi obra debe trascender a mi vida, mi espíritu (o lo que

sea que haya en mí) no lo puede hacer?

La noción histórica de “humanismo” se ubica en el contexto de la cultura

renacentista. Existen poderosas razones para pensar así, pero en el fondo es un

error histórico y filosófico, porque el renacimiento se nutre del humanismo clásico

greco-romano, del cual el cristianismo había abrevado ya su imborrable impronta a

través de los Padres de la Iglesia (siglos II al V d. C.), así todos ellos judíos

helenizados o latinizados, que van de San Gregorio de Niza a San Agustín, de

éste a Santo Tomás de Aquino y el mismo Dante Alighieri (siglo XIII), cuya

formidable obra de filosofía política humanista, es prácticamente desconocida.

En todo caso, al Renacimiento se le llama humanista por haber colocado al ser

humano, con mayor énfasis, en el centro de la reflexión filosófica y de la creación

artística. Ello corresponde, ciertamente, al proceso histórico de la separación entre

la filosofía y la teología, y a la reflexión sobre el ser humano y el estudio acerca de

lo divino, proceso que había iniciado desde la Edad Media con la “teoría de las dos

espadas.”

El humanismo renacentista, sin embargo, es un humanismo que no niega la

trascendencia; ni siquiera lo hace su hijo el racionalismo cartesiano, quien pone a

Dios en el lugar de la “no-duda”, frente a todo lo demás que es sometido al

ejercicio racional de la “duda metódica”. Aun así, la libertad y la inmortalidad del

alma quedan dentro de las tesis que no pueden ponerse a discusión, Lo mismo

sucede con Kant y con Hegel, siglos después.

Existe, por otra parte, un humanismo moderno, de los siglos XIX, XX y XXI, que

rompe con todo lo anterior y propone una especie de “humanismo materialista”, en

el que no solamente se rechaza la espiritualidad esencial al ser humano, sino que

se preconiza la muerte de Dios y por lo mismo de todas las religiones frente al

avance avasallador de la ciencia, como única vía de explicación de la existencia

del universo y de la vida humana (Rousseau, Comte, Marx, Nietzsche, Sartre, etc).

“El ateísmo –ha escrito Marx- es el humanismo mediatizado por la supresión de la

religión, y el comunismo es el humanismo mediatizado por la supresión de la

propiedad privada (Escritos Económico-Filosóficos).

Por contraste, el humanismo integral, el que ha iluminado la vida política de acción

Nacional, desde que sus fundadores acudieron al invaluable tesoro de la tradición

judeo-cristiana y de la filosofía greco-romana de la que es tributaria, tiene sus

fundamentos en el respecto (en el amor) a la persona humana por su dignidad

superior. No se trata de un “humanismo materialista”, ni de un “humanismo

espiritualista”, tampoco es un “humanismo existencialista”. Este humanismo, para

ser auténtico, debe ser universal, es decir, incluyente; es la consecuencia natural

de una filosofía que tiene como centro a la persona humana y a su filosofía que

tiene como centro a la persona humana y a su eminente dignidad, de tal forma que

propone el más absoluto y pleno respeto a todo ser humano, sin distinción de

raza, religión, sexo, condición social, edad , nacionalidad, etc.

De hecho, la conciencia de nuestra dignidad humana construye la dignidad social,

el respeto (preferible el amor) del otro, tanto por ser otro, es decir, distinto y

diferente (porque de cada ser humano no hay más que un solo ejemplar), como

por ser semejante en lo único en lo que se puede ser semejante con el otro: en su

radical humanidad espiritual y por lo mismo trascendente.

Explicación:

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