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Fueron fomentados por las autoridades españolas en la segunda mitad del siglo XVI, a partir de la Real Cédula de 1548. Se idearon con el fin de realizar un cobro más eficiente de los tributos, para instruir en el cristianismo a la población y para otorgarle a esta un trabajo.
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La presencia de los españoles en las Antillas produjo distintas reacciones por parte de los nativos, predominando en el comienzo una acogida favorable y cálida. La hospitalidad hacia los recién llegados se manifestó, por ejemplo, en los intentos por establecer un diálogo con Colón, en la entrega de alimentos y obsequios y el alojamiento los españoles en sus poblados. En La Española, sobresalió la figura de Guacanagarí, cacique del Marién en el noreste de la isla, quien trabó amistad con el Almirante y aceptó la construcción del fuerte Navidad en sus dominios (diciembre de 1492). Así las cosas, Colón retornó tranquilo a España confiando en una rápida sumisión de los aborígenes de las Antillas.
El panorama sería muy diferente al regresar el Almirante en 1493. Una vez desembarcado en la isla, Colón observó las ruinas del fuerte Navidad, mientras un acongojado Guacanagarí lo recibió en su bohío y explicó lo sucedido. La guarnición se había comportado en forma abusiva con los indígenas, especialmente con las mujeres, lo cual motivó una furiosa reacción de caciques vecinos, encabezados por Caonabó, quienes incendiaron el fuerte y mataron a los treinta españoles que allí había. El ataque no pudo ser repelido, a pesar del apoyo que Guacanagarí y su gente prestaron a los sitiados. Una nueva realidad cobraba forma: la resistencia al invasor que, en adelante, sería una constante de todo el proceso de conquista de América, al igual que la actitud colaboracionista de facciones indígenas con los españoles.
Las represalias de Colón y sus sucesores con los nativos en el sentido de "meterle miedo a la gente", sólo engendraron más violencia y motivaron mayores tentativas por enfrentar a los extranjeros. Otras cargas impuestas a los taínos, como los tributos en oro y algodón, también generaron recelos. Caonabó sería el primer gran conductor de la resistencia taína hasta su apresamiento y muerte; luego su mujer Anacaona continuó la lucha hasta que, engañada por el gobernador Ovando, fue quemada viva junto a otros caciques. En otras islas, la resistencia se expresó en alzamientos como el liderado por el célebre Hatuey en Cuba.
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