• Asignatura: Historia
  • Autor: cintiacintia146
  • hace 5 años

Los rancheros y labradores de las grandes propiedades rurales, los obreros de las minas e industrias, los artesanos, los miembros de las antiguas comunidades indígenas se veían sometidos a una opresión apenas dulcificada por las paternales Leyes de Indias, descuidadas a menudo en la práctica. Humboldt cita la [descripción] que de su situación hacía fray Antonio de San Miguel, obispo de Michoacán:



"Casi todas las propiedades y riquezas del reino están en manos [de los blancos]. Los indios y castas cultivan la tierra, sirven a la gente acomodada y sólo viven del trabajo de sus brazos. De ello resulta entre los indios y los blancos esta oposición de intereses, este odio recíproco que tan fácilmente nace entre los que lo poseen todo y los que nada tienen, entre los dueños y los esclavos”.



Y se detiene en describir la miserable situación de los indios a quienes todos explotan:



“...hallándose reducidos al estrecho espacio de 600 varas de radio que una antigua ley señala a los pueblos indios, puede decirse que aquellos naturales no tienen propiedad individual y están obligados a cultivar los bienes concejiles”.



Atados por las prohibiciones establecidas para protegerlos, no podían firmar escrituras públicas por más de cinco duros ni vender libremente su fuerza de trabajo; sujetos a pesados tributos, se veían obligados a solicitar préstamos de alcaldes mayores y subdelegados que los convertían en perpetuos deudores […] Abad y Queipo, hablaba también de "un pueblo dividido en dos clases de indios y castas, la primera aislada por unos privilegios de protección, que si le fueron útiles en los momentos de la opresión, comenzaron a serle nocivos desde el instante mismo en que cesó, que ha estado y está imposibilitada de tratar, contratar y mejorar su fortuna, por consiguiente envilecida en la indigencia y la miseria, y la otra que desciende de esclavos, lleva consigo la marca de la esclavitud y de la infamia, que hace indeleble y perpetúa la sujeción al tributo”.



Los indios formaban, en efecto, un grupo social aislado de las demás clases, vejado por todas y condenado por las leyes a un perpetuo estado de “minoría” social, del que sólo podían escapar excepciones individuales. Las castas sufrían, además del estigma de su ilegítimo origen, prohibiciones tales como las de recibir órdenes sagradas, portar armas, usar oro y seda, mantos y perlas, etcétera. Sin embargo, eran la parte más útil y trabajadora de la sociedad, según unánime consenso, y proporcionaban trabajadores a las industrias y soldados al ejército.



El pueblo sólo siente el dolor de su situación, cuyo peso impide todo vuelo hacia el futuro; poco a poco ese dolor callado irá convirtiéndose en exasperación que lo pondrá al borde de la irrupción liberadora. Bastará entonces que, desde fuera, se proyecte ante sus ojos una posibilidad nueva, para que estalle súbitamente su impulso retenido. Ineducado por la posibilidad, el pueblo irrumpirá entonces en ella, embriagado por la sensación de la liberación definitiva



Con base en la lectura, reflexiona acerca de las siguientes interrogantes:



¿A qué crees que se refiera Luis Villoro con “irrupción liberadora”?


¿Consideras que la desigualdad social puede motivar a una revolución? ¿Por qué?

Respuestas

Respuesta dada por: ALEXANDERDELPEZO
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Respuesta:Los rancheros y labradores de las grandes propiedades rurales, los obreros de las minas e industrias, los

artesanos, los miembros de las antiguas comunidades indígenas se veían sometidos a una opresión apenas

dulcificada por las paternales Leyes de Indias, descuidadas a menudo en la práctica. Humboldt cita la

[descripción] que de su situación hacía fray Antonio de San Miguel, obispo de Michoacán:

"Casi todas las propiedades y riquezas del reino están en manos [de los blancos]. Los indios y castas cultivan

la tierra, sirven a la gente acomodada y sólo viven del trabajo de sus brazos. De ello resulta entre los indios

y los blancos esta oposición de intereses, este odio recíproco que tan fácilmente nace entre los que lo poseen

todo y los que nada tienen, entre los dueños y los esclavos”.

Y se detiene en describir la miserable situación de los indios a quienes todos explotan:

“...hallándose reducidos al estrecho espacio de 600 varas de radio que una antigua ley señala a los pueblos

indios, puede decirse que aquellos naturales no tienen propiedad individual y están obligados a cultivar los

bienes concejiles”.

Atados por las prohibiciones establecidas para protegerlos, no podían firmar escrituras públicas por más

de cinco duros ni vender libremente su fuerza de trabajo; sujetos a pesados tributos, se veían obligados a

solicitar préstamos de alcaldes mayores y subdelegados que los convertían en perpetuos deudores […] Abad

y Queipo, hablaba también de "un pueblo dividido en dos clases de indios y castas, la primera aislada por

unos privilegios de protección, que si le fueron útiles en los momentos de la opresión, comenzaron a serle

nocivos desde el instante mismo en que cesó, que ha estado y está imposibilitada de tratar, contratar y

mejorar su fortuna, por consiguiente envilecida en la indigencia y la miseria, y la otra que desciende de

esclavos, lleva consigo la marca de la esclavitud y de la infamia, que hace indeleble y perpetúa la sujeción

al tributo”.

Los indios formaban, en efecto, un grupo social aislado de las demás clases, vejado por todas y condenado

por las leyes a un perpetuo estado de “minoría” social, del que sólo podían escapar excepciones individuales.

Las castas sufrían, además del estigma de su ilegítimo origen, prohibiciones tales como las de recibir

órdenes sagradas, portar armas, usar oro y seda, mantos y perlas, etcétera. Sin embargo, eran la parte más

útil y trabajadora de la sociedad, según unánime consenso, y proporcionaban trabajadores a las industrias

y soldados al ejército.

El pueblo sólo siente el dolor de su situación, cuyo peso impide todo vuelo hacia el futuro; poco a poco ese

dolor callado irá convirtiéndose en exasperación que lo pondrá al borde de la irrupción liberadora. Bastará

entonces que, desde fuera, se proyecte ante sus ojos una posibilidad nueva, para que estalle súbitamente su

impulso retenido. Ineducado por la posibilidad, el pueblo irrumpirá entonces en ella, embriagado por la

sensación de la liberación definitiva

Con base en la lectura, reflexiona acerca de las siguientes interrogantes:

 ¿A qué crees que se refiera Luis Villoro con “irrupción liberadora”?

 ¿Consideras que la desigualdad social puede motivar a una revolución? ¿Por qué?

¿Sabías que a partir de este año habrá 62 millones de mexicanos en pobreza? Es decir, casi la mitad de la población

de nuestro país.

Explicación:

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