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A principios del siglo XVIII, la fabricación de tejidos era la rama de la industria que absorbía mayor cantidad de mano de obra. La preparación de hilo, mediante el huso y la rueca, y el tejido, realizado con telares manuales, exigían muchas oras de trabajo para elaborar una pieza de tela.
A partir del siglo XVI, Inglaterra se convirtió en un importante productor de tejidos de lana que, en parte, eran exportados. Pero desde principios del siglo XVIII, los comerciantes ingleses se dedicaron a importar de la india tejidos de algodón estampados, que se vendían muy bien en varios países europeos. Pronto empezaron a darle vueltas a la posibilidad de fabricar en la Gran Bretaña tejidos de algodón comparables a los hindúes.
La materia prima, el algodón en rama, se podía importar de América, pero el verdadero problema era el de la fabricación del hilo. No se disponía de una técnica para producir un hilo tan fino como el de los productos hindúes.
Dado que el viejo sistema artesano no servía para fabricar el hilo de algodón que se precisaba, a partir del año 1760 se empezaron a ofrecer premios a quienes inventaran un mecanismo que permitiera fabricar mucho hilo de algodón en poco tiempo.
La primera hiladora mecánica la inventó, en 1764, Heargraves: la spinning-jenny. Estaba formada por un mecanismo movido manualmente que no resultaba ni muy grande ni muy caro. Las primeras spinning-jenny que funcionaron en la Gran Bretaña sólo tenían ocho husos. La mujer que hilaba a mano sólo podía mover un huso, para manejar una spinning-jenny bastaba el trabajo de un solo hombre ayudado por tres o cuatro niños.
En 1769, Arkwright presentó un nuevo tipo de hiladora mecánica: la water-frame. El hilo que fabricaba esta máquina era de más calidad que el de la spinning-jenny: era más fino y resistente. Pero la water-frame era un mecanismo grande y pesado que ya no podía mover un hombre.
Para accionar la water-frame se empezó por utilizar la fuerza hidráulica de los ríos pero, a partir de 1785, ya se le empezó a aplicar la máquina de vapor. Otro problema que presentaba la water-frame era el de su precio: mucho más elevado que el de los mecanismos anteriores.
La abundancia de hilo, obtenido gracias a las hiladoras mecánicas, impulsó la creación de las máquinas tejedoras.
El proceso del tejido había adquirido mayor rapidez desde que, a principios del siglo XVIII, había aparecido un sencillo mecanismo: la lanzadera volante (Para formar la trama, la lanzadera lleva el hilo de un lado a otro del telar. Se desplaza por un carril mediante cuatro ruedecillas y pasa a través del hilo de la urdimbre. El sistema de la lanzadera volante permitió aumentar la velocidad del tejido y hacer piezas más anchas).
Pero en Gran Bretaña, a finales del siglo XVIII, los telares con lanzadera volante no tenían capacidad suficiente para tejer la enorme cantidad de hilo que proporcionaban las hiladoras mecánicas.
En 1785, Cartwrigth patentó el primer telar mecánico. Se trataba de un mecanismo grande y pesado que precisaba de bastante dinero para adquirirlo y de una gran fuerza para hacerlo funcionar.
Los primeros telares mecánicos eran movidos por caballos y, a partir de 1789, se empezaron a mover también con máquinas de vapor.
La industria algodonera surgida en el siglo XVIII continuó su progreso: las máquinas hiladoras y tejedoras fueron perfeccionándose y todas eran movidas por máquinas de vapor.
Hacia el año 1800 trabajaban en las fábricas textiles algodoneras de Gran Bretaña unas 100.000 personas en los hilados y 250.000 en los tejidos. A principios del siglo XIX, el 40 por ciento de las explotaciones inglesas eran ejidos.
Desde el año 1830, el ferrocarril facilitó el transporte de materia prima (el algodón que llagaba de la India, de Egipto, de Estados Unidos, etc.) hasta los centros industriales. Y de la misma manera se facilitaba la explotación del producto.
Otros territorios europeos, como Francia, Bélgica, Holanda, algunas zonas de Alemania, el Norte de Italia, Cataluña... se fueron convirtiendo en centros importantes de industria textil, siguiendo el modelo inglés: mecanización de la producción, supremacía de la industria algodonera sobre la lanera, disminución del precio de los tejidos, etc.
Este desarrollo de la industria textil provocó la aparición de conflictos: la necesidad de exportar el excedente de producción que no se vendía en el propio país iba a dar lugar a frecuentes enfrentamientos de tipo comercial entre distintos países.