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Alicia aún no lo sabía, pero cuando, siendo aún muy pequeña, descubrió la flor más bella del bosque y, en lugar de arrancarla, la acarició y le cantó durante un rato, las criaturas mágicas la eligieron para que fuese su protectora. Desde entonces, ellas habían cuidado de Alicia y le enseñaban muchas cosas sin que se diera cuenta. Pero había algo que no conseguían enseñarle: Alicia casi nunca terminaba bien las cosas. Y eso era importantísimo para una protectora.
- Tendrá que viajar al papel y aprender allí.
- Pero eso es muy peligroso.
- No tenemos otra opción. Se está haciendo mayor.
Y, mientras dormía, soplaron sobre sus dedos.
A la mañana siguiente Alicia realizó un precioso dibujo de su casa y su familia. Al terminar, dejó caer el lápiz sobre el papel pero este, en vez de rebotar, se hundió dentro, como si se hubiera lanzado a una piscina. Cuando volvió a aparecer, ya formaba parte del dibujo. Lo mismo pasó con la mesa y con todo cuanto tocaba el papel, que crecía y crecía mientras volaba por la casa atrapando muebles y cuadros. Alicia intentó detenerlo pero, nada más tocarlo, también fue convertida en parte del dibujo.
Cuando se recuperó del susto y se vio dentro del mundo de los dibujos, decidió investigar. Pero al primer paso sintió un fuerte dolor en la pierna y cayó al suelo.
- Vaya golpe, Alicia - dijo a su lado su perro Ñasco, o algo parecido, porque tenía 5 patas y estaba lleno de huecos blancos por colorear- ¿no has visto que te falta un pie?
Era verdad. Con las prisas por terminar, Alicia había olvidado dibujar uno de sus pies. Ahora tendría que andar a saltitos.
- Grrmdñññ, adnadnal a ñañsña - intentó responder la niña. Pero también había dibujado una boca tan torcida que no se entendía lo que decía.
Alicia repasó el resto de su cuerpo de dibujo. Le faltaban un codo, varios dedos y la nariz, además de llevar un peinado horrible… pero pensó que no era tan grave. Le preocupaban más sus papás. No estaba segura de haberles puesto ojos y boca, y recorrió toda la casa buscándolos. Pero los había dibujado fuera, y cuando quiso salir descubrió que ¡tampoco había dibujado la puerta de la casa!
Aún seguía pensando cómo salir, cuando a través de los huecos sin colorear de la pared vio que unos seres extraños comenzaban a rodear la casa. Tras un breve silencio se lanzaron al asalto, intentando entrar, y finalmente uno de ellos aprovechó un hueco grande sin pintar para conseguirlo. “Debería haber coloreado mejor las paredes” pensó Alicia al reconocer al atacante. Era un monstruo negro lleno de borrones que dibujó un día que estaba de mal humor. Otros monstruos lo siguieron por el mismo hueco, y Alicia solo tuvo tiempo de huir saltando a la pata coja tras Ñasco.
- Sígueme - dijo el perro - Piko puede ayudarnos.
Alicia lo miró sorprendida. Piko era solo un pajarito cantarín.
- ¿No estarás pensando que es pequeño, verdad? Creo que no recuerdas cómo lo dibujaste…
Cuando entraron al salón vieron a un gigantesco pájaro atrapado en una jaula diminuta. Alicia lo liberó rápidamente, y Piko levantó por los aires a la niña y al perro justo antes de que los monstruos cayeran sobre ellos.
- ¡Por la ventana, Piko!- ordenó el perro- Estaremos más seguros fuera de la casa.
Piko escapó por la ventana y sobrevoló la zona buscando al resto de la familia. Entonces Alicia descubrió su lápiz no muy lejos de la casa, y señaló al pájaro el lugar para detenerse. Una vez en el suelo, la niña agarró el lápiz y salió corriendo hacia la casa. Llegó justo a tiempo para colorear los huecos que faltaban en la pared y dejar allí encerrados a los monstruos.
- ¡Bien!- gritaron Ñasco y Piko.
Entonces Alicia, viendo lo descuidada que había sido al hacer su dibujo, tomó el lápiz y empezó a completar su dibujo y a corregir sus errores. Pero su brazo sin codo le falló y el lápiz calló al suelo, dibujando un pequeño puntito negro.
- ¡Oh, no! - dijo Ñasco.
- ¿Qué pasa con ese puntito?- preguntó Piko.
- Pues… que no es un puntito… ¡es un agujero!
Y al momento el agujero comenzó a crecer y crecer, absorbiéndolo todo con tanta fuerza que ninguno pudo escapar de su oscuridad…
Alicia apareció de nuevo en su mesa, junto a su dibujo y su lápiz. Pensó que todo habría sido un sueño, pero al fijarse más despacio vio que la pared de la casa ahora estaba completamente coloreada… y respiró aliviada y contenta.
- Ha sido muy peligroso - comentaban las criaturas mágicas desde su escondite.
- Sí, pero ha aprendido que no hay que dejar las cosas a medias, aunque no parezcan importantes. Y eso la convertirá en una gran protectora.
Y era verdad, porque desde entonces Alicia terminaba con mucho cuidado cuanto empezaba, especialmente todos sus dibujos ¿Todos? Bueno, no todos, por si acaso Alicia siempre se aseguraba de no pintar pies a los monstruos.