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En ella un torturador y un torturado mantienen un cara a cara que dura varias sesiones en el que el torturador tiene la misión de que el torturado hable y éste la de callar para no delatar a sus compañeros. Una distancia ideológica separa a ambos personajes y pese a que el Capitán tiene aparentemente la sartén por el mango, las tornas giran a lo largo de la historia.
Y es que Pedro, el torturado, comprende (o se hace comprender a sí mismo) que en realidad ya está muerto, que nada de eso es real, que no está ocurriendo, que no tiene nada que perder y que el dolor es un estado mental que los muertos no sufren por lo que de alguna manera se hace inmune a la sarta de salvajadas que el torturador comete con é
Además, por si fuera poco… decide torturar a su torturador restregándole su resistencia y jugando con él a tocar botones psicológicos que jamás nadie había tocado…
Personalmente se trata de uno de mis libros favoritos y creo que sería un acierto que fuera una de las obras de lectura obligatoria en los institutos… hay mucho que aprender en los renglones del gran Mario, que en paz descanse, al que agradezco enormemente todas y cada una de las palabras que nos ha dejado como legado en su extensísima y genial obra.