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Me gustaría comenzar esta reflexión acerca de la igualdad de oportunidades en el mercado
laboral con una cita de Carlota de Barcino, que dice así: “El mundo de la empresa es un
mundo complejo, y ni el modelo de trabajo masculino ni el femenino puede proporcionar una
organización equilibrada sin el complemento del otro. Pero no sólo es necesario lograr un
equilibrio entre las habilidades masculinas y femeninas en el seno de la organización; también
es preciso que ese equilibrio se dé en cada hombre y cada mujer pues, como personas, se
enriquecen mutuamente.”
Tradicionalmente en las empresas predominaba la presencia masculina, lo que tendía a crear
ambientes de feroz competencia, falta de comunicación, actitudes individualistas y una
enorme burocracia. Hoy, sin embargo, ya podemos comenzar a imaginar un ambiente de
trabajo distinto, si somos capaces de conciliar las habilidades de hombres y mujeres en
relación con el trabajo.
No podemos negar que hombres y mujeres muestran claras diferencias desde la infancia.
Hace casi 30 años se realizaron estudios sobre grupos de niños y niñas en sus juegos1
. Estos,
son los adultos de hoy, que trabajan y dirigen empresas. Se observó que durante su infancia,
los niños jugaban en grupos grandes y heterogéneos, mientras que las niñas en grupos
pequeños, de entre dos y cuatro. Pero también diferían en los juegos elegidos: los de los
niños eran más competitivos, requerían mayor grado de habilidad, y provocaban continuas
disputas que se lograban resolver con agilidad. Las niñas, en cambio, preferían juegos más
sociales, en los que el éxito de una no dependía de los errores de las demás, y se mostraban
más dispuestas a interrumpir su juego en caso de disputas, antes que arriesgar la relación de
amistad o sentirse heridas. Igualmente, mostraban comportamientos totalmente diferenciados
en el ámbito deportivo.
Describimos estas diferencias porque, tanto las pautas de comportamiento de los niños en el
juego como las de los deportistas en sus competiciones, se reproducen en el mundo del
1
En su libro In a Different Voice, Carol Gilligan discute las diferencias entre niños y niñas de 10 y 11 años,
basándose en el estudio realizado por Janet Lever en 197
Explicación: