Respuestas
Respuesta:
Quizás en ningún otro momento del largo periodo virreinal, la capital novohispana había transformado tanto su paisaje urbano como en la última década del siglo XVIII. En 1789 llegó a la Nueva España el virrey, don Juan Vicente Güemes Pacheco y Padilla, segundo conde de Revillagigedo. Para su sorpresa se encontró con una ciudad que era prácticamente un chiquero. La gente solía tirar su basura en las calles; el comercio establecido en el Parián cotidianamente dejaba la plaza mayor hecha un muladar, y las otrora transparentes acequias se habían convertido en riachuelos de aguas negras. En el ambiente se respiraba un fétido y nauseabundo olor producido por la malsana costumbre de la gente que hacía sus necesidades en donde le asaltaban las ganas.
Por si fuera poco, el estado del palacio virreinal y de la plaza mayor era lamentable. ""Había dentro del Palacio -escribió Francisco Sedano en Noticias de México- cuartos de habitación y de puesteros de la plaza, bodegas de guardar frutas y otros comestibles, fonda y vinatería que llamaban la Botillería, panadería con amasijos, almuercerías donde se vendía pulque públicamente, y de secreto chiringuito, juego de naipes público, juego de boliche; montones de basura y muladares"". Los trasnochadores, encontraban en el Palacio el sitio ideal para continuar la parranda y amanecer acompañado de alguna mujer y un buen tarro de pulque. Gente chamagosa, hampones, pordioseros y borrachos que reñían frecuentemente, le daban un aspecto aún más sombrío a la sede del poder novohispano.
Explicación:
Respuesta:
en la forma de vestir, de expresarse y hasta el la limpieza porque antes supongo que había personal de limpieza para las calles