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Y no tendrá dominio la muerte
Dylan Thomas
No sé si este poema es el que tú necesitas,
si sus sonidos dicen más que sus silencios.
Tómalos como abrigo de lana, como plato caliente.
Si no en ti, en alguna parte de ti habrán de sonar,
aunque yo no sepa guiarlos.
¿Quién puede, con palabras, guiar una voz
cuando el decir y el sonar no son idénticos?
Ahora pienso en ti. Es bondadoso este evocar
venido con el frío como el mejor regalo.
¿Pensarás tú en mí? ¿En qué porción
del espacio se unirán los recuerdos?
Debe de existir algo sagrado
si este pensar te trae y me lleva.
Un dios manchado con mi misma carne,
respirando con tu mismo aliento.
Nada es firme, ya sé, los vientos pasan
trayendo vientos de otras tierras.
También este viento con pájaros
que me estrecha contigo como si tuviera miedo.
Miedo a nombrar y romper estos días,
miedo de que te canses y vayas de pronto,
miedo a no saber despedirme
y a carecer de antídoto contra el miedo.
Ya he dicho demasiadas veces adiós
y todas esas veces he muerto un poco.
No me digas adiós, quédate siempre,
y no tendrá dominio la muerte.
En la hora suprema sabremos por fin
lo que el tiempo ha hecho de nosotros
Lee todo en: Fugaz - Poemas de Juan Ramón Mansilla http://www.poemas-del-alma.com/juan-ramon-mansilla-fugaz.htm#ixzz4AsA8QIOd
Dylan Thomas
No sé si este poema es el que tú necesitas,
si sus sonidos dicen más que sus silencios.
Tómalos como abrigo de lana, como plato caliente.
Si no en ti, en alguna parte de ti habrán de sonar,
aunque yo no sepa guiarlos.
¿Quién puede, con palabras, guiar una voz
cuando el decir y el sonar no son idénticos?
Ahora pienso en ti. Es bondadoso este evocar
venido con el frío como el mejor regalo.
¿Pensarás tú en mí? ¿En qué porción
del espacio se unirán los recuerdos?
Debe de existir algo sagrado
si este pensar te trae y me lleva.
Un dios manchado con mi misma carne,
respirando con tu mismo aliento.
Nada es firme, ya sé, los vientos pasan
trayendo vientos de otras tierras.
También este viento con pájaros
que me estrecha contigo como si tuviera miedo.
Miedo a nombrar y romper estos días,
miedo de que te canses y vayas de pronto,
miedo a no saber despedirme
y a carecer de antídoto contra el miedo.
Ya he dicho demasiadas veces adiós
y todas esas veces he muerto un poco.
No me digas adiós, quédate siempre,
y no tendrá dominio la muerte.
En la hora suprema sabremos por fin
lo que el tiempo ha hecho de nosotros
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