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La importancia de la regulación emocional
En nuestro funcionamiento diario el tipo de estrategias de regulación emocional que utilizamos para gestionar nuestros problemas y dificultades psicológicas, son determinantes para resolverlos de forma adecuada y, de esta manera, sentirnos mejor.
En ocasiones, si durante nuestra infancia experimentamos un periodo de inestabilidad, es posible que ante esas circunstancias desarrollásemos ciertas habilidades para sobrevivir. Estas estrategias nos dotaban momentáneamente de una sensación de seguridad, pero con el tiempo las consecuencias que le acompañan han propiciado que el malestar haya aumentado.
Por tanto, aprendimos que estas estrategias de desregulación emocional nos aportaban cierto bienestar en ese momento, pero no fuimos conscientes de sus repercusiones o no teníamos otras opciones. En esa etapa de nuestra vida, recurrir a esas estrategias era entendible, porque apenas contábamos con recursos y lo hacíamos de la mejor manera que sabíamos.
Ahora que somos adultos, seguir recurriendo a estas habilidades para afrontar los problemas nos introduce en una lucha y en una espiral de malestar de la que se torna difícil salir. En este momento, disponemos de la oportunidad de construir una caja con una amplia variedad de herramientas, sabiendo que si lo deseamos podemos recurrir a esta que nos resulta tan familiar, pero, además, contamos con otras valiosas habilidades que para estas circunstancias pueden beneficiarnos más.
Estos nuevos recursos más adaptativos, nos permiten reaprender a manejar nuestros estados afectivos, para alcanzar de manera más estable el equilibrio emocional. A través de la concienciación y la regulación de nuestras emociones. Favoreciendo nuestro bienestar personal y el bienestar de los que nos rodean.
La inteligencia emocional
Tener conciencia emocional supone la base inicial y necesaria para tener la capacidad de realizar adecuadamente un proceso de regulación de emociones.
Aprender a regular las emociones empieza por hacerse cargo de ellas, aceptándolas y experimentándolas y aceptando que nos van apareciendo a lo largo de nuestros días, ayudándonos a ir obteniendo información.
Algunos autores señalan que, “la inteligencia emocional es la capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las de los demás, incluyendo el tener la capacidad de percibir el ambiente emocional que aparece en un contexto concreto”
De ese modo, tener inteligencia emocional incluye saber identificar y reconocer de manera adecuada la vivencia emocional que estamos experimentando en un determinado momento y qué nos genera esas emociones, por ello, el observarnos es una de las estrategias más significativas, es decir, hacer ejercicios de auto-observación e introspección.
Cuando la emoción ya se ha reconocido, es importante darle un nombre.
Cuanto más atentos y dispuestos estemos para percibir e identificar nuestras propias emociones, más capacidad tendremos para percibir las de los demás.
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