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El niño de la mano negra
Esta leyenda ecuatoriana nos narra la historia de un niño de nombre Toribio, quien nació sin su mano derecha. De inmediato sus padres al darse cuenta de esto, le rezaron una novena a la Virgen del Soto, para que intercediera por ellos y les hiciera el milagro de que su pequeño recobrara dicha extremidad.
Los años pasaron y el pequeño Toribio en vez de sentirse mal por su problema, era uno de los niños más queridos de la región, puesto que siempre estaba dispuesto a ayudar a los mendigos y a los desamparados que pasaran cerca de su domicilio.
Un día llegó hasta su casa, una viejecita acompañada de un niño pequeño. Ella le pidió un plato de comida. Toribio no solamente les entregó los alimentos que le había solicitado, sino que también les dio una bolsa llena de frutas para el camino.
La anciana al percatarse de ese gesto de generosidad, le dijo que, al día siguiente, ella le daría un obsequio. Por la mañana, los padres de Toribio despertaron sobresaltados debido a los gritos de éste. No eran alaridos de terror ni nada por el estilo, sino de algarabía. Emocionadísimo el pequeño les mostró que ya tenía su mano derecha (sólo que esta era de color negro).
Por otro lado, se cuenta que cuando Toribio se hizo adulto, enfrentó en más de una ocasión a los piratas que pasaron por Ecuador. Luego su cuerpo fue sepultado y años después exhumado, dado que aquellos terrenos en donde descansaban sus restos, serían usados para otro propósito. Sin embargo, hay gente que aún afirma que, dentro del féretro, solamente había dos elementos: polvo de huesos y la mano negra en perfecto estado.