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RESUMEN:
Al igual que nuestros antepasados, hoy en día el ser humano posee el instinto
primario de expresarse. Los primeros lo hacen mediante pinturas a modo de ritual en las
paredes de los lugares que habitan, donde la presencia de su huella, constituye la única
evidencia que miles de años después tenemos para afirmar su presencia en dichos
emplazamientos. Los segundos, en muchos casos, aún no han encontrado el modo de
hacerlo sin utilizar para ello su voz.
En las huellas que han ido apareciendo en distintos yacimientos arqueológicos,
reconocemos partes del cuerpo que nosotros, como seres humanos, poseemos, la mano,
principalmente. Por lo tanto podemos entender ese instinto de plasmar la huella como
modo de expresión fruto de una necesidad del individuo por transmitir algo, aún sin
determinar.
Desde que aparecieran las primeras manifestaciones artísticas en las que el cuerpo
es protagonista indiscutible de la creación y expresión artística, fuimos abandonando,
poco a poco aquella herramienta indispensable, que nos hacia no separar al creador del
objeto producido.
Tras cierto tiempo en el que nos fuimos desprendiendo de nuestra propia
corporeidad para, en pleno contacto con la materia, dar rienda suelta a la capacidad
artística creadora, de nuevo retoma importancia la inclusión y aparición del cuerpo como
elemento estrella en el acto de creación de una obra de arte. Esto sucedió gracias a la
importancia de la presencia del cuerpo del artista en los trabajos que entran a formar parte
del Expresionismo Abstracto o el movimiento conocido como Accionismo Vienes.