Respuestas
Respuesta:
En su primera edición 2009, está dividido en 6 partes y 12 capítulos. El capítulo 10 “Crímenes y delitos de computadora y alta tecnología en la era de los convergentes” está compuesto por varios temas o subtemas que permiten la total comprensión del mismo.
Explicación:
Mi abuelo ha vuelto junto a mamá. El traje y el sombrero están aquí, en la silla, pero en ellos mi madre ha dejado de estar. «¿En qué está pensando?», dice mi abuelo. Mi abuelo se sienta otra vez junto a ella, la barba apoyada en el bastón.
Hablan sin mirarse, mamá estirada en el asiento, dándose palmaditas en el brazo, y mi abuelo sentado junto a ella, todavía con la barba apoyada en el bas tón. Pero aun así se entienden sus palabras, como nos entendemos Abraham y yo cuando vamos a ver a Lucrecia. Para ver a Lucrecia hay que pasar cinco patios llenos de árboles y zanjas. Hay que pasar por la paredilla verde con lagartos, donde antes cantaba el enano con voz de mujer.
Abraham pasa corriendo, brillando como una hoja de metal bajo la claridad fuerte, con los talones acosados por los ladridos del perro. Cuando hablam os, Lucrecia levanta la vista la hace girar por el cuarto y clava en nosotros un ojo redondo y grande, como el de un alcaraván. Entonces se ríe y empieza a moverse hacia el centro del cuarto. Tiene la cabeza redonda, con el cabello cortado como el de un hombre.
Cuando llega al centro deja de reír, se agacha y mira hacia la puerta, hasta cuando las manos le llegan a los tobillos y, lentamente, empieza a levantarse la camisa, con una lentitud calcul ada, a un tiempo cruel y desafiante. Abraham y yo seguimos asomados a la ventana mientras Lucrecia se levanta la camisa, los labios estirados en una mueca jadeante y ansiosa, fijo y resplandeciente su enorme ojo de alcaraván. Entonces vemos el vientre blanco que más abajo se convierte en un azul espeso, cuando ella se cubre la cara con el camisón y permanece así, estirada en el centro del dormitorio, las piernas juntas y apretadas con una temblorosa fuerza que le sube de los talones. «Hace cinco años, el niño no tenía nada de Martín.
Genoveva García regresó a Macondo con sus seis hijos, entre los cuales había dos pares de gemelos. Genoveva estaba gorda y envejecida. Le habían salido unas venillas azules en torno a los ojos, que le daban cierta apariencia de suciedad a su rostro anteriormente limpio y terso. Genoveva, su presencia recargada de accesorios urbanos en un pueblo arruinado, aniquilado por el polvo. »
Te juro que te lo habría quitado si no hubiera sido porque lo conocimos en el velorio de un niño. « No le falta sino el saco de cuatro botones.» Y desde ese instante el niño empezó a parecerme igual a su padre, como si Genoveva le hubiera traído el maleficio de su identidad. En ciertas ocasiones lo he sorprendido con los codos apoyados en la mesa, la cabeza ladeada sobre el hombro izquierdo y la mirada nebulosa vuelta hacia ninguna parte. Es un indio espeso y bajo, que ha estado fumando en la cama y que al oír su nombre levanta la cabeza y busca el rostro de mi padre con sus pequeños ojos sombríos.
pd:escoge los párrafos que mejor se te hagan