¿Qué era lo que ocurre en la metropolis española mientras en la nueva españa se arraigaban las ideas ilustradas?
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El movimiento ilustrado1 surgió en la Europa del siglo XVIII como una forma de entender el mundo, la existencia y la sociedad, que no derivaba de los textos sagrados ni de la «tradición» sino que quería constituirse como alternativa a éstos, al «iluminar» las sociedades europeas para que abandonaran definitivamente la ignorancia y la superstición y se basaran en ideas racionales. En el Diccionario de autoridades publicado por la Real Academia Española entre 1726 y 1739 se definía «luz de la razón» como «el conocimiento de las cosas que proviene del discurso natural que distingue a los hombres de los brutos», que iba unido a la «luz de la crítica» o las «luces críticas», por cuanto «las luces» «no solo remitían al cultivo de la inteligencia y al conocimiento adquirido por un reducido número de personas, sino también... al uso crítico de la razón frente a los prejuicios heredados del pasado».2
La Verdad, el Tiempo y la Historia, una alegoría de Francisco de Goya (1800).
Aunque la Ilustración «no fue una doctrina o un sistema filosófico, sino un movimiento intelectual heterogéneo», los ilustrados compartieron una serie de principios, actitudes y valores estrechamente interrelacionados.3 Así para los ilustrados la razón era el instrumento esencial para alcanzar la verdad por lo que debían ser sometidas a crítica todas las «verdades» (o creencias admitidas) heredadas de la «tradición» (del pasado), especialmente aquellas que se basaban en los prejuicios, en la ignorancia y en la superstición o en los dogmas religiosos.4 Mediante la razón el hombre es capaz, él solo, de conocer y explicar la realidad, entendida como La Naturaleza (no como La Creación de ningún «dios», aunque los «deístas» reconozcan que existe algún tipo de «Ser Supremo», principio de todo lo existente), recurriendo exclusivamente a los instrumentos que le proporcionan la filosofía y la ciencia. Aplicando ese conocimiento (mediante la técnica) y extendiéndolo a toda la sociedad (mediante la educación) el hombre será capaz de perfeccionarse a sí mismo, de progresar (de mejorar sus condiciones de vida y de liberarse de la ignorancia y de la superstición), y lograr así la felicidad, sin esperar a alcanzarla en la «otra vida».5
En España el movimiento ilustrado solo se difundió entre determinadas élites (entre algunos nobles y clérigos, y entre algunos profesionales y miembros acomodados del «estado llano») y, como han señalado Mestre y Pérez García, conviene recordar que «no toda la producción cultural de la decimoséptima centuria merece timbres de Ilustración. Los ilustrados, en realidad, siempre constituyeron una minoría, dinámica e influyente, pero minoría al fin y al cabo. Y, aunque los principios que defendieron llegaron a impregnar toda su época, el censo de los indiferentes, de los tradicionalistas y de los enemigos de las Luces siempre fue mucho más abultado que el de los partidarios del progreso, la razón y la libertad».6