el poder al pueblo para la independencia cultural en la producción​

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Respuesta dada por: betsaberoas
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Respuesta: es

Explicación:PREÁMBULO

 

       Considerando en este punto de partida que el Congreso de Tucumán de 1816 abandonó el concepto de Provincias Unidas del Río de la Plata para declarar la independencia de un territorio denominado “Provincias Unidas en Sud América”, una entidad que no existía entonces ni existió después como persona jurídica de derecho público, acto con lo que a nuestro juicio manifestaba su voluntad de abrirse al Alto Perú, allí representado por cinco congresales, y otras regiones de la Patria Grande que desearan sumarse a esta iniciativa libertaria en un sistema federal;

    También que esto último se compadece con la propuesta presentada por Manuel Belgrano de instituir una monarquía constitucional regida por un inca peruano, a fin de que los pueblos originarios hicieran suya esa independencia y evitar así la anarquía que ya se avizoraba en nuestro país, y que habría de sangrarlo durante 60 años;  

     Que Tucumán, además de ser la cuna de la independencia de lo que luego vendría a llamarse República Argentina, fue también el lugar de nacimiento de dos figuras de especial relevancia en el proceso emancipador de Nuestra América: Bernardo de Monteagudo, un hombre de ideales políticos claros que estuvo al servicio de Castelli, San Martín, O`Higgins y Bolívar, realizando fundamentales aportes a la liberación de los antiguos virreinatos del Río de la Plata, Perú y Nueva Granada; y Juan Bautista Alberdi, a quien Leopoldo Zea declararía “padre del pensamiento americano”, sobre todo por los aportes realizados a la edad de 26 años, al afirmar en su tesis para graduarse en jurisprudencia que “un pueblo es civilizado únicamente cuando se basta a sí mismo, cuando posee la teoría y fórmula de su vida, la ley de su desarrollo”, y también que “no hay verdadera emancipación mientras se está bajo el dominio del ejemplo extraño, de las formas exóticas”;  

Que Nuestra América, a pesar de las valiosas experiencias políticas, jurídicas, filosóficas y culturales que aportó en el pasado y continúa aportando hoy a la humanidad, sigue siendo una región que aún no se ha definido a sí misma en términos de una civilización, a fines de diferenciarse de las otras que habitan el mundo, como si prefiriera ser un Occidente de segunda, sin enarbolar sus más caros principios ni asumir a conciencia su acción y presencia civilizadora en el mundo;

Que la actual situación estratégica de la región, en la que vemos a la mayor parte de su territorio sometido al dominio político, económico y cultural de Estados Unidos, mediante el ALCA y otras manifestaciones actuales de la Doctrina Monroe de 1823, convierte en irrisorios los festejos que se realizaron este año, pues más bien deberíamos pedir perdón a los congresales que arriesgaron entonces su vida en ese sueño libertario, por haber hecho hoy de la dependencia una virtud y hasta una clave de la felicidad de nuestros pueblos, cuando sabemos que esto sólo beneficia a unos pocos;

Que en un año tal lejano como 1844 escribió Alberdi: “Desde que concluyó la guerra de la Independencia con España, no sabemos lo que piensa la América de sí misma y de su destino: ocupada de trabajos y cuestiones de detalle, parece haber perdido de vista el punto común de arribo que se propuso alcanzar al romper las trabas de la antigua opresión”. Después de 172 años de este planteo, la respuesta, que ya habíamos empezado a articular, vuelve a hundirse en la oscuridad y la incertidumbre;

Que es esta triste situación, junto a una nueva apuesta a la esperanza, lo que nos lleva a firmar y difundir esta Declaración, en tanto intelectuales, artistas y activistas sociales de los diversos países de América Latina y el Caribe comprometidos con la causa de la Patria Grande, hoy en serio peligro. Declaración que no se hace desde ningún poder instituido, sino desde la conciencia del proceso histórico de nuestros pueblos, desde sus luchas libertarias, desde la sangre derramada, desde el clamor de un planeta esquilmado y contaminado por las corporaciones, que ya se siente morir sin que nadie se comprometa a evitarlo con toda la vehemencia que la situación exige, y también desde lo más profundo y legítimo de nuestros sueños colectivos.

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