Debe reconocerse derechos semejantes a los de las personas a los primates? ¿Por ejemplo, el derecho a no ser esclavizados, a ser libres, a
no ser estorbados en sus modos de vida, etc
Respuestas
Respuesta:
El movimiento de la personería de los grandes primates busca extender esta figura jurídica a los simios. Lo que se persigue es reconocer a estos animales no humanos como seres que poseen deberes y derechos.
Por lo pronto ha tenido varios logros notables en la lucha por lograr cambios en las legislaciones y en veredictos de tribunales individuales que han ordenado la liberación de primates en cautiverio y condiciones adversas.
Cecilia pasó más de 30 años encerrada sin juicio. Luego de la muerte de sus compañeros, pasó sus días y noches sola en una jaula pequeña con paredes y pisos de cemento, desprotegida del clima duro de las montañas de los Andes.
Luego, en 2016, Cecilia finalmente tuvo suerte en un tribunal argentino. La jueza María Alejandra Mauricio sentó posición sobre la manera en la que Cecilia era tratada en el Zoológico de Mendoza. La jueza reconoció a la chimpancé hembra como una persona jurídica con derechos —no una humana, pero tampoco un “objeto” a ser utilizado a voluntad— y ordenó que Cecilia fuera trasladada de su confinamiento solitario a un santuario animal.
Este fallo histórico le dio la razón a los activistas de los derechos animales y conservacionistas que por años han cuestionado el estatus de los grandes primates en los sistemas judiciales. El movimiento de personería de los grandes simios busca mejorar la suerte de los chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes al extender la personería jurídica y algunas protecciones legales a estos miembros no humanos de la familia Hominidae. Al cambiar el estatus jurídico de los primates, los defensores también esperan cambiar la forma en la que consideramos a los animales no humanos y en la que nos relacionamos con ellos.
Hombres comprados y vendidos como productos básicos, cautivos durante años contra su voluntad en barcos de pesca frente a Tailandia. Mujeres yazidíes vendidas como esclavas sexuales, violadas diariamente y pasadas de propietario en propietario. Seres humanos ofrecidos como regalos de cumpleaños a los niños.
El artículo 4 es claro: nadie tiene derecho a hacernos esclavos y no podemos hacer que nadie sea nuestro esclavo. Pero si pensaba que la esclavitud desapareció con el fin del comercio transatlántico de esclavos en 1800, podría sorprenderle el abuso que sufren hoy en día los pescadores que suministran productos del mar a algunos de los principales supermercados del mundo, o el destino de las mujeres en el llamado Estado Islámico o de mujeres migrantes en burdeles en Europa y en otros lugares; o la realidad actual en Mauritania, el último país del mundo en prohibir oficialmente la esclavitud.
“Para nosotros, la esclavitud era algo natural. Cuando uno nace en un entorno determinado, esto se considera lo correcto y justo”. Abdel Nasser Ould Ethamane, mauritano que recibió un esclavo por su séptimo cumpleaños y más tarde se convirtió en antiesclavista.
Desde la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) hace 70 años, ha habido enormes progresos. Y ciertamente los ha habido en los 150 años transcurridos desde que economías enteras se basaron en la propiedad de nuestros semejantes, y desde que los líderes religiosos encontraron inspiración divina para el sistema opresivo. Sin embargo, las prácticas similares a la esclavitud y el tráfico de seres humanos siguen siendo una realidad de nuestro tiempo.
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