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Las personas nos relacionamos con el medio ambiente por medio de nuestras acciones. La acción ejerce una influencia sobre el medio que nos rodea y, este a su vez, influye sobre nosotros.
Esto significa que los factores ambientales influyen en nuestras acciones por medio de los procesos psíquicos, los cuales son los encargados de transmitir la información que recibimos del exterior. Estos procesos psíquicos determinan como es percibido, observado y evaluado el medio circundante y, por tanto, cabe la posibilidad de que tengan una posible influencia en nuestras acciones.
La gran cantidad de informaciones que recibimos, las elaboramos a través de los procesos cognitivos, que transcurren en nuestra conciencia. No existen dudas de que las habilidades motoras, es decir, la ejecución de habilidades de índole técnica, pueden ser mejoradas si se las entrena adecuadamente.
Dentro del proceso de aprendizaje técnico, destacan por su especial eficacia, los métodos de entrenamiento basados en el adiestramiento de habilidades cognitivas. Y entre ellos, la autoconversación, el autoconvencimiento, la regulación de la atención y de la activación, así como la regulación de la imaginación, etc. (Eberspacher, 1995).
El entrenamiento en imaginación es una técnica que "programa" la mente para responder tal como fue programada. Requiere una práctica sistemática, precisa de todos los sentidos, demanda el desarrollo de la capacidad de recrear imágenes, vivencias y experiencias, sin que se produzca ejercicio real de manera simultánea.
Todo entrenamiento metal plantea la repetición planificada de la práctica imaginada realizada de una manera consciente. (Volpert, 1977). Uno se vale de la imaginación y la aplica de forma sistemática y planificada, con el objetivo de entrenar el desarrollo mental del movimiento, el transcurso del movimiento en el pensamiento y luego en la acción
La teoría psiconeuromuscular sostiene que impulsos similares ocurren en el cerebro y en los músculos cuando los atletas imaginan los movimientos sin ponerlos en práctica. La evidencia científica mantiene que el vivir los sucesos en la imaginación, genera una inervación en nuestros músculos