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La parábola del juicio final, también llamada parábola de las ovejas y los cabritos,67 o mejor, el juicio de las naciones,68 el juicio final,9 o el juicio universal,10 es parte de un discurso de género apocalíptico que el Evangelio de Mateo (25, 31-46) presenta en labios de Jesús de Nazaret, y que constituye una de las cumbres de su predicación y un compendio de su mensaje exigente.8 En este pasaje —considerado por algunos como una «obra maestra»—,8 con el que el evangelista Mateo finaliza el ministerio público de Jesús inmediatamente antes del inicio de su pasión, Jesucristo presenta la compasión como el criterio que decidirá el destino final de los seres humanos. Se trata de una compasión activa, caracterizada por obras de misericordia desarrolladas a favor de los más pequeños –los desheredados, olvidados o desahuciados, los excluidos de la sociedad, los pobres de todo tipo– con los cuales el propio Jesús se identifica.5
A la hora del juicio final (último paso de la salvación) Dios valorará mucho más el amor al prójimo, la entrega generosa a él (Mateo 25, 35s) y el respeto hacia los demás, el abstenerse de juzgar al prójimo, que el cumplimiento escrupuloso y angustiado de las normativas humanas que desmenuzan, no siempre con acierto, lo esencial de la Ley.11