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Algunas tradiciones funerarias que hoy se consideran mayas tuvieron origen en otras civilizaciones mesoamericanas más antiguas. Tal ocurre con el importante papel que desempeñó el color como un elemento mágico-ritual en el contexto prehispánico. Así, de rojo se revistió el interior de las tumbas de los reyes y los altos dignatarios mayas. Si bien el inicio de esta práctica se remonta a la cultura olmeca, en la costa del Golfo de México, y a las antiguas culturas del Valle de México (Tlatilco), aquí está perfectamente documentado desde el comienzo del preclásico Tardío, siendo el cinabrio el tinte preferido en ese momento. Sólo cuando el pigmento rojo no se utilizó para pintar la tumba y espolvorear al difunto y sus pertenencias, sino que se depositó entre el ajuar en bolas de color, se sustituyó por la hematites o por las tierras rojas tan empleadas por la elite maya como cosmético, ya fuese con fines estéticos o rituales.