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Uno de los comentarios más habituales que se escuchan en estas fechas es que la Navidad no es lo que era. Proferido, sobre todo, por personas que superan los 30, revela una doble realidad: que se trata de una celebración idónea para niños –y dolorosa para muchos adultos–, pero también que la realidad social española, mucho menos determinada por las ideas religiosas como ocurrió durante el franquismo y su resaca y más por el consumismo, ha provocado la pérdida de cierto espíritu navideño. Se trata de una simple perturbación en el largo río del tiempo. Pocas celebraciones han evolucionado tanto como la Navidad durante los últimos 20 siglos, incorporando tradiciones de otros orígenes (especialmente, paganos), y conociendo variantes en cada una de las regiones europeas. ¿Cómo podemos guiarnos en la compleja red de significantes, historias y luchas de poder que han terminado configurando las fiestas navideñas tal y como las conocemos? Una buena guía probablemente sea 'La Navidad a través del tiempo', un simposio de Estrella Rodríguez Gallar recogido en 'La Natividad: arte, religiosidad y tradiciones populares¡ y a través del cual nos sumergimos en la historia de estos festejos.
25 de diciembre, ¿fun fun fun?
¿En qué momento comenzó a celebrarse la Navidad? Obviamente, no justo después de la muerte de Cristo. Los cuatro primeros siglos de la era cristiana presenciaron una lucha continua por dar a conocer una doctrina que terminaría siendo aceptada en el s. IV. En el Edicto de Milán de 313, el monoteísmo empieza a igualarse con el paganismo tradicional, pero fue alrededor de medio siglo después, en el 350, cuando el papa Julio I pidió que el nacimiento de Cristo fuese celebrado el 25 de diciembre, algo finalmente decretado por el papa Liberio. Resultaba mucho más sencillo cristianizar estas festividades milenarias paganas que hacerlas olvidar radicalmente y sustituirlas por otras ¿Por qué ese día? No se trata de una fecha histórica, sino más bien, de la evolución de uno de los días señeros del calendario pagano. Como recuerda Gallar, “la Iglesia eligió estratégicamente una serie de fechas para celebrar las fiestas navideñas, consciente de la importancia que ya revestían los citados días para la religión pagana, por lo que resultaba mucho más sencillo cristianizar estas festividades milenarias que hacerlas olvidar radicalmente y sustituirlas por otras”. El origen de la Navidad se ha citado tradicionalmente en las Saturnales, las fiestas en honor a Saturno que se celebraban en Roma entre el 17 y el 23 de diciembre, celebrando que los días comenzaban a alargarse. Sin embargo, quizá tuviese una importancia aún mayor la fiesta del 'Sol Invictus', instituida por Aureliano en 274 y convertida en fiesta suprema por Constantino. La autora afirma que este culto mitraísta (una religión de origen mistérico) constituyó “un 'puente' tendido entre el paganismo y el cristianismo”. El 25 de diciembre es una de las fiestas simbólicamente más potentes de todo el calendario, cristiano y no cristiano. Hay dos hipótesis que intentan explicar la adopción de esta fecha: si Jesucristo nació el 25 de diciembre, tuvo que haber sido concebido por el Espíritu Santo a finales de marzo, es decir, coincidiendo con el inicio de la primavera y el ciclo de renovación asociado a ella; también es posible que fuese una mera influencia de las solemnidades paganas, como ya hemos explicado. “En los siglos III y IV, la Iglesia se encuentra en plena competencia con el paganismo”, recuerda Gallar. Era, por lo tanto, mucho más fácil adaptar que eliminar. También es muy probable que Jesucristo no naciese en el año cero. Este cálculo fue estimado por Dionisio el Exiguo, pero estudios posteriores que tuvieron en cuenta el evangelio de Lucas han señalado que muy probablemente naciese el 749 desde la fundación de Roma, cuatro años antes de lo calculado. En otras palabras, en el año 3 después de Cristo, probablemente este no había nacido.
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