A qué nos invita el reflexionar sobre este Dogma de Fe
Hemos iniciado el tiemo de Adviento, un tiempo lleno de
alegría, dulzura y esperanza, pero sobre todo, lleno de
fe. Un tiempo que nos lleva a prepararnos en la dulce
espera del nacimiento de Jesús en nuestros corazones.
Pero, ¿cómo debemos preparar nuestro corazón para Él?
Contamos con el ejemplo de la Inmaculada y siempre
Virgen María.
Uno de los dogmas más profundos y hermosos de la Iglesia
es la belleza de la Inmaculada Concepción de nuestra
Madre. Aunque quizá puede ser un poco difícil de
comprender, no imposible.
La palabra dogma significa: “proposición que se asienta
por firme y cierta, como principio innegable” (RAE). Con
esta afirmación de fe, lo que queremos decir es
que creemos fervientemente en que María, la Madre de
Dios, nació sin la mancha del pecado original, y se mantuvo
pura y llena de gracia hasta el momento de su muerte.
…declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que
sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de
toda mancha de la culpa original en el primer instante de su
concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en
atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano,
está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente
creída por todos los fieles. PAPA PÍO IX – INEFFABILIS DEUS
Desde el saludo del Arcángel Gabriel, sabemos que María
era completamente agradable a Dios en todo sentido,
confirmando el favor de Dios hacia ella (Cfr. Lc 1, 28).
Por la gracia de Cristo, María es concebida libre de pecado
y completamente redimida. Ella es la promesa esperada
desde el principio, de donde vendría la salvación y la
redención del hombre, una promesa hecha por Dios mismo
a Adán y Eva.
Con la belleza de la Virgen María, Dios nos muestra la
necesidad y lo esencial de tener un corazón limpio y
puro para poder recibir a Su Hijo y encontrar la
salvación. Siendo ella nueva criatura hecha por el Espíritu
Divino de Dios, y siendo por Su gracia preservada de todo
pecado.
¿De todo pecado? ¡Sí! ¡De todo pecado! Desde el pecado
original que se nos trasmite por herencia de Adán y Eva,
hasta de pecado personal; puesto que, desde el inicio de la
descendencia de Eva, Dios escogió a la Virgen María para
ser madre de Su Hijo. Por eso Dios la dotó de todo lo
necesario para la misión tan importante que le
encomendaría, la cual, con total uso de su libre albedrío,
ella aceptó con fe y con amor.
Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su linaje y el tuyo. Él te
aplastará la cabeza y tu le acecharás el talón.GÉNESIS 3,15
No es que fuese necesario o un requisito indispensable que
fuese libre toda mancha de pecado, pero en su infinito amor
y misericordia, Dios quiso hacer de la Virgen María y de su
vientre una morada idónea para Su venida al mundo.
María, sin saberse que es kecharitomene, que en griego
significa un estado sobrenatural en que el alma está unida
con Dios mismo, nos enseña cómo vivir en obediencia y
humildad. Sin necesidad de saberse escogida por Dios
hasta el momento de la Anunciación, tuvo una vida de
oración de cercanía con el Padre en total libertad.
Fue esto lo que le permitió a ella encontrar el favor de Dios
y obtener el título “La Llena de Gracia”, pues su vida era
completamente agradable a la vista del Padre.
Es ella quien nos enseña que no hay necesidad de sentirse
en un estado sobrenatural para saber que nuestro
propósito como hijos de Dios va más allá de nuestro
simple entendimiento. Y es en la aceptación y en el “Sí”
como el de la Virgen María, que encontramos la salvación
en Su Hijo.
Hoy, en este tiempo de espera y preparación al inicio de un
nuevo Año Litúrgico, la Iglesia nos enseña a través de la
celebración de la Inmaculada Concepción de la Virgen
María, que es necesario limpiar nuestro corazón y
escogerla a ella como modelo de pureza para recibir a
Jesús.
Con la Virgen María, podemos realmente encontrarle el
sentido a la omnipotencia de Dios, de que indudablemente
Él es quien puede hacer nuevas todas las cosas. Aun
habiendo perdido la gracia Adán y Eva en el Edén, es Dios
mismo quien la restaura por medio de María, y es con su
ejemplo de pureza que nos muestra que también nosotros,
siendo hijos suyos, podemos alcanzar la belleza de la
gracia de Dios por medio de Cristo Su Hijo, a quien
podemos llegar a través de la Virgen, que es su Madre y
también la nuestra.
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