• Asignatura: Matemáticas
  • Autor: pikachumikecrac112
  • hace 4 años

¿Qué situaciones limitan la solidaridad?

Respuestas

Respuesta dada por: lizacalinares2007
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¿Quién, en estos días, no se ha visto atrapado en una discusión sobre los límites de la solidaridad? Vemos imágenes, leemos noticias sobre la crisis migratoria del sureste europeo, y es fácil que cualquier comentario desencadene una conversación que, por lo general, desemboca en un difícil problema moral y político que ya no sabemos si es cuantitativo (¿de cuánta solidaridad es capaz un país?) o cualitativo (¿está sentada esa solidaridad sobre bases sólidas?). En la conversación, es habitual que uno hable de principios y prioridades, y otro de posibilidades reales. Naturalmente, no es que uno tenga más principios que otro: pero es, desde luego, una obligación moral, ordenar ese debate y no resignarse a la impotencia y la desazón.

Es fácil, sí,  dar lecciones morales cuando se tienen noticias de una crisis humanitaria. Es fácil situarse en el lado de quienes reclaman ayuda y generosidad, y hacerlo incluso por escrito, como estoy tentado a hacer yo mismo en esta reflexión. Pero, es verdad,  la crisis humanitaria de los refugiados, y en general la de la inmigración, no se puede resolver con fáciles invocaciones a una solidaridad sin límites o a un desmantelamiento inmediato de fronteras. No sirve de nada un discurso de la solidaridad que no tenga en cuenta el reverso de sus costes: la solidaridad "duele", y hay que saberlo. Si esto no se tiene en cuenta, estamos sin más en el terreno de la retórica, un "metal que resuena o unos platillos que aturden" (San Pablo a los Corintios).

 

Las fronteras son el resultado de arreglos imperfectos de una humanidad que está lejos del concepto de ciudadanía universal. Sería mejor que no existieran, pero bueno es reconocer que ni mucho menos lo mejor es siempre inmediatamente posible. Lo cierto es que  las crisis humanitarias nos recuerdan que las fronteras no sólo defienden, sino que también oprimen y blindan desigualdades y privilegios, y me parece saludable que cada naufragio de un refugiado o de una familia que busca huir de la pobreza extrema se considere como un fracaso definitivo de la humanidad entera. Tenga o no solución puntual o coyuntural, es un fracaso, y bueno es sufrirlo así. No todos tenemos que ser ministros del interior o del exterior cuando hablamos de inmigración: también podemos ser ciudadanos que presionemos hacia una mayor solidaridad, sin que nos reprochen inmediatamente que no hayamos acogido en nuestra casa a los inmigrantes, y sin que nos esgriman el argumento de que "fronteras tiene que haber", como si esa evidencia fuese tranquilizadora frente al drama, porque no cupiese más opción que la de lamentar el sufrimiento de los demás desde nuestra barrera.

Las actitudes de buen samaritano (aquel que pasó a la historia por no pasar de largo ante el publicano que encontró malherido al borde de la cuneta) son más complicadas cuando nuestro tiempo o nuestro patrimonio no nos permiten atender con la lógica de la caridad individual la situación masiva de necesidad. Por eso es necesaria una profesionalización de la solidaridad, mediante organizaciones de carácter benéfico y mediante estructuras políticas que reflejen el sentir de los ciudadanos, que mayoritariamente no quieren vivir insensibles a la miseria o sufrimiento que no pueden solucionar con su sola buena voluntad.  Es el paso desde la compasión a la justicia. Y la justicia necesita una mediación política, con sus costes correspondientes: más gasto en acogida, una sociedad menos "confortable", más expuesta a la complejidad, etc.

 

Los ciudadanos tenemos derecho a querer, sin ingenuidades ni simplificaciones morales, es decir, con plena conciencia de los costes, que nuestras instituciones pisen el acelerador de la ayuda humanitaria. La decisión es política, y sus consecuencias son de extrema gravedad. Es indiscutible que si los gobernantes partieran de la premisa de que las políticas de más y más solidaridad, y un poco más todavía, son de verdad apreciadas, aplaudidas y premiadas por la mayoría de la población, estarían más dispuestos a asumir esos costes.

Pero no es seguro que nuestras sociedades estén priorizando la solidaridad. Por eso, sin incurrir en retórica, hay que seguir fortaleciendo inteligente y democráticamente el discurso de la solidaridad. Ojalá nuestros gobernantes, un día, pugnen por el liderazgo en la ayuda humanitaria.


lizacalinares2007: CREO QUE ES MUCHO
lizacalinares2007: CORONITA POR FAVOR
Respuesta dada por: heidian10134
1

Respuesta:

La pobreza, el maltrato animal, la contaminación,la depresión etc.

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