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Explicación: ¿Qué es la vocación?
Dios, que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano, porque el hombre fue creado a semejanza de Dios, que es amor.
Desde su nacimiento, cada persona está destinada a la bienaventuranza eterna, el Cielo. Dios crea a cada uno con un propósito, una misión. Esa misión es lo que se conoce como vocación. Catecismo de la Iglesia Católica, 1604, 1703
Meditar con san Josemaría
Me gusta hablar de camino, porque somos viadores, nos dirigimos a la casa del Cielo, a nuestra Patria. Pero mirad que un camino, aunque puede presentar trechos de especiales dificultades, aunque nos haga vadear alguna vez un río o cruzar un pequeño bosque casi impenetrable, habitualmente es algo corriente, sin sorpresas. El peligro es la rutina: imaginar que en esto, en lo de cada instante, no está Dios, porque ¡es tan sencillo, tan ordinario! Amigos de Dios, 313
Me gusta ese lema: “cada caminante siga su camino”, el que Dios le ha marcado, con fidelidad, con amor, aunque cueste. Surco, 231
Tu felicidad en la tierra se identifica con tu fidelidad a la fe, a la pureza y al camino que el Señor te ha marcado. Surco, 84
El amor de Dios es celoso; no se satisface si se acude a su cita con condiciones: espera con impaciencia que nos demos del todo, que no guardemos en el corazón recovecos oscuros, a los que no logra llegar el gozo y la alegría de la gracia y de los dones sobrenaturales. Amigos de Dios, 28
2. ¿Todos tenemos vocación?
Sí, todos hemos sido creados por Dios con un propósito y un fin.
Dios ha querido para cada uno un proyecto único e irrepetible, pensado desde toda la eternidad: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jeremías 1, 5)
El Catecismo de la Iglesia Católica habla de la vocación a la bienaventuranza, en definitiva, a la santidad, a la unión con Dios que nos hace participar de Su felicidad y nos ama con totalidad y sin condiciones.
La vocación común de todos los discípulos de Cristo es vocación a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo.
Dentro de esta vocación común, Dios invita a cada uno a recorrer la vida junto a Él por un camino concreto. A algunos llama al sacerdocio ministerial, a otros a la vida religiosa, y a otros, los laicos, los llama a encontrarle en la vida ordinaria, ya sea viviendo el celibato o la vocación matrimonial. Catecismo de la Iglesia Católica, 1716-1729, 1533
“Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales”. Gaudete et Exultate, 14
Meditar con san Josemaría
Fíjate bien: hay muchos hombres y mujeres en el mundo, y ni a uno solo de ellos deja de llamar el Maestro. Les llama a una vida cristiana, a una vida de santidad, a una vida de elección, a una vida eterna. Forja, 13
¿Te ríes porque te digo que tienes "vocación matrimonial"? —Pues la tienes: así, vocación.
Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca castamente hasta el fin del camino, como a Tobías. Camino, 27
La llamada del Señor —la vocación— se presenta siempre así: “si alguno quiere venir detrás de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Sí: la vocación exige renuncia, sacrificio. Pero ¡qué gustoso resulta el sacrificio —«gaudium cum pace», alegría y paz—, si la renuncia es completa! Surco, 8
¡Qué hermosa es nuestra vocación de cristianos —¡de hijos de Dios!—, que nos trae en la tierra la alegría y la paz que el mundo no puede dar! Forja, 269
Vivir la caridad significa respetar la mentalidad de los otros; llenarse de gozo por su camino hacia Dios..., sin empeñarse en que piensen como tú, en que se unan a ti.
—Se me ocurrió hacerte esta consideración: esos caminos, distintos, son paralelos; siguiendo el suyo propio, cada uno llegará a Dios...; no te pierdas en comparaciones, ni en deseos de conocer quién va más alto: eso no importa, lo que interesa es que todos alcancemos el fin. Surco, 757
Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente