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El Mito Maya de la Creación
La leyenda habla de unos hermanos gemelos muy hábiles en el tradicional juego de pelota. Cuando jugaban, hacían tanto ruido que molestaban a los dioses del Xibalbá, quienes los retaron a un torneo. Los dioses vencieron a los gemelos, los sacrificaron y sepultaron sus cuerpos debajo del campo de juego. La cabeza de uno de ellos, Hun Hunahpú, fue colgada de un árbol que producía calabazas con forma humana. Una diosa llamada Xquic oyó hablar del extraño árbol y decidió ir a conocerlo. Cuando se acercó a él, la cabeza de Hun Hunahpú le escupió en la mano, fecundándola. Así concibió a Hunahpú y Xbalanqué, conocidos como los Héroes Gemelos. Con el tiempo se convirtieron en jugadores como su padre y su tío. Los dioses los convocaron al Xibalbá y los vencieron en el campo de juego, molieron sus huesos y los esparcieron en un río, donde los gemelos renacieron, primero como peces y luego como actores itinerantes.
El mito Mexica
Al principio de los tiempos, cuando nada era como lo conocemos ahora, estaban los dioses mexicas reunidos alrededor del sol. Entonces decidieron hacer al mundo y que en él habitara el ser humano. En ese momento dieron vida a un ser humano gigantesco y también crearon a Ocelotonatiuh, el sol hecho de tierra.
Aquellas criaturas medían 7 metros de altura. Sus cuerpos eran lentos y sus movimientos muy torpes. Se dice que se caían con mucha frecuencia y, como ya no podían levantarse, ahí agonizaban y se morían.
Por ello, después de casi 700 años, los dioses decidieron destruirlo pues se dieron cuenta que, debido a su tamaño, no era un ser bueno ni inteligente. De esta manera, Quetzalcóatl, una de las deidades, dijo que aquella cosa no era digna de los dioses así que derribó al sol.
El sol, como era de tierra, se cayó y con él hubo numerosos terremotos. Se hicieron hoyos gigantescos que se tragaron a los humanos. Nadie sobrevivió excepto aquellos que fueron capaces de convertirse en flores y plantas.
A pesar de que el primer intento resultó un fracaso, los dioses mexicas volvieron a intentarlo, esta vez, crearon a Ehecatonatiuh, sol de viento. Aún así, después de otros 700 años, volvieron a destruirlo.
Una vez más derribaron al sol. Con ello se desataron vientos tan fuertes que aniquilaron a todos los hombres pues los arrojaban contra las montañas y los árboles. Sin embargo, pudieron sobrevivir aquellos que se convirtieron en monos y simios.
Tiempo después, cuando los dioses volvieron a calmar su ira y desprecio, volvieron a intentarlo. Esta vez crearon a Atonatiuh, sol de agua. No obstante, después de hacerlo, las deidades se pelearon entre sí y terminaron por derribar al tercer sol.
Entonces inició un largo periodo de tormentas y lluvia. El diluvio duró cuarenta días y cuarenta noches en las que todas las cosas se llenaron de agua. Esta vez solo pudieron sobrevivir aquellos que lograron transformarse en peces.
Posteriormente, los dioses hicieron las paces y reanudaron su labor. Fue así como. a base de fuego, hicieron a Quiauhtonatiuh, es decir, el Quinto Sol. Sin embargo, como si se tratara de un ciclo terriblemente interminable, las deidades volvieron a pelearse y, una vez más, hicieron que sus creaciones se extinguieran.
El fuego del sol cayó sobre la Tierra, emergieron los volcanes y se quemaron todos los hombres. Pasaron las décadas y quizá siglos hasta que las entidades divinas se propusieron volver a crear al hombre.
Sin embargo, ya no tenían huesos para hacerlo, solo quedaban cenizas. Intentaron darle vida con eso pero les fue imposible porque los humanos salían débiles y morían con gran facilidad.
Entonces Quetzalcóatl recordó que Mictlantecuhtli tenía el último hueso existente. Sin tener otra opción, la Serpiente Emplumada decidió descender al inframundo y pedirle aquella valiosísima pieza al dios de la muerte.
A pesar del poder de Quetzalcóatl, el dios del inframundo se negó. En ese momento se desató una terrible pelea entre las deidades y, en medio de la batalla, el hueso se cayó y se rompió en dos.
Después de llegar a un acuerdo, Mictlantecuhtli y Quetzalcóatl decidieron que cada quien se quedara con una parte del hueso.
Fue así como la Serpiente Emplumada regresó con los otros dioses y entonces surgió el hombre tal cual lo conocemos, un hombre que ya no necesita de dioses que lo destruyan porque, como nos dijo Nuria, se destruye a sí mismo.
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