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He tenido la suerte de releer esta novela para hacer la crítica y ha sido un verdadero placer. Una obra que es una mezcla entre novela de Isabel Allende, realismo mágico, recetario de cocina, pasión sin medida y plasticidad maravillosa.
No se cuantas de vosotras lo leyó cuando se publicó por primera vez en España, o cuántas visteis la película dirigida por Alfonso Arau con unas escenas que daban ganas de comerse la pantalla y que transmitía lo bello de algunas imágenes del libro.
Es una novela que navega entre la tradición arraigada, la pasión sin medida de un amor incomprendido y la cocina como válvula de escape y demostración de sentimientos.
El hecho de que la hija menor de la familia tenga que cuidar de la madre hasta que esta muera marca el destino de Tita de una manera cruel. Su amor por Pedro queda relegado desde entonces, aunque ellos intentan con el truco de que él se case con la hermana de ella, mantenerse cerca. Solo que la madre de Tita como cuervo de mal agüero se mantiene vigilante a cada movimiento de la pareja.
Tiene secundarios maravillosos. Un doctor que salva a Tita de la locura y le ofrece su amor incondicional, una vieja cocinera que enseña a la protagonista todo lo que sabe y la proveerá de su medio de expresión, la hermana de Tita que escapa envuelta en olor a rosas al encuentro con un líder revolucionario en una de las escenas míticas tanto del libro como de la película.
No es una novela de lectura sencilla debido al lenguaje, aunque su extensión es breve. Eso si, quién la lea se deleitará con una historia llena de amor, pasión, leyendas, imágenes que te hacen evadirte por completo de tu realidad. Un libro con el que sientes la historia de Tita y Pedro, con el que llegas a odiar a algunos personajes, a emocionarte con otros, a oler los platos que prepara, cada condimento, cada pétalo de rosa, el polvo del camino, sientes la sal de las lágrimas y escuchas el sonido de las risas. Un libro con el que te transportas a otra época.