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Antes de la invasión, los aborígenes vivían a lo largo y ancho de Australia, aunque la mayor densidad de población se situaba en la costa. Allí, parece que las comunidades se desplazaban estacionalmente entre asentamientos permanentes en el litoral y otros ubicados en la cabecera de los ríos costeros.
Las evidencias sugieren que estas comunidades gestionaban cuidadosamente su entorno a fin de asegurar un abastecimiento constante de comida, por ejemplo, plantando ñames silvestres en huertos irrigados por ellos o construyendo diques para ampliar el hábitat de las anguilas.
Los aborígenes que vivían en el interior, en el bosque bajo y en el desierto, practicaban la caza y la recolección y quemaban la maleza para fomentar el crecimiento de las plantas. Eran expertos en encontrar agua.
Hoy en día más de la mitad de todos los aborígenes vive en ciudades, a menudo en los suburbios en muy malas condiciones. Otros trabajan como temporeros en los ranchos de ganado que han usurpado su tierra.
Muchos, especialmente en el norte del país, han conseguido aferrarse a su territorio y aún cazan y recolectan plantas silvestres.