• Asignatura: Religión
  • Autor: guadalupervm2020
  • hace 4 años

Don de Dios plis digame es urgente UnU​

Respuestas

Respuesta dada por: susetguerra915
1

Respuesta:

es la prenda del espíritu santo que el señor quiere sellarte en tu corazón al aceptar


guadalupervm2020: graciassss me salvastes
susetguerra915: solo Dios te puede salvar yo no
susetguerra915: y no haga muchas preguntas si quieres más de Dios busca el evangelio
Afectadoporpandemia: Jajajajaja
Afectadoporpandemia: Y aparte de todo puso: SALVASTES, es solo salvaste
Respuesta dada por: mamasusanita
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Respuesta:

Por donde Dios somos creados.

Por don de Dios, somos salvados

Por don de Dios recibimos la gracia que nos vivifica y nos hace hijos adoptivos de Dios.

Gracias que mantenemos, por su regalo original, secundariamente por nuestra adhesión y amor a Dios y a su Hijo Jesús, cumpliendo sus mandamientos.

El catecismo de la Iglesia Católica indica

1987 La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos “la justicia de Dios por la fe en Jesucristo” (Rm 3, 22) y por el Bautismo (cf Rm 6, 3-4):

«Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rm 6, 8-11).

1988 Por el poder del Espíritu Santo participamos en la Pasión de Cristo, muriendo al pecado, y en su Resurrección, naciendo a una vida nueva; somos miembros de su Cuerpo que es la Iglesia (cf 1 Co 12), sarmientos unidos a la Vid que es Él mismo (cf Jn 15, 1-4)

«Por el Espíritu Santo participamos de Dios [...] Por la participación del Espíritu venimos a ser partícipes de la naturaleza divina [...] Por eso, aquellos en quienes habita el Espíritu están divinizados» (San Atanasio de Alejandría, Epistula ad Serapionem, 1, 24).

Explicación:

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