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Es muy común el uso de velas en los cumpleaños (donde el festejado suele apagarlas previa petición de un deseo), en los tanatorios (llamado velatorio o velorio de los restos de un difunto antes de su sepelio) y también se usan para alumbrar el ambiente en las noches cuando falla la electricidad (si bien esta práctica ha ido disminuyendo gracias al empleo de linternas y lámparas de baterías, también porque el usar velas supone un riesgo de causar incendios).
Encender velas y lámparas ha sido considerado de tiempos muy antiguos como una prueba exterior de alegría y también, por medio de ellas se manifestaba el respeto hacia ciertas personas distinguidas. Así es que se llevaba delante de algunos magistrados romanos entre otras insignias de distinción en una mesa en la que había un libro y como dos candeleros con dos velas encendidas.
La forma más antigua conocida para fabricar velas consiste en la suspensión de la vela en un recipiente donde se aloja cera (o grasa) derretida. Se quita la vela del recipiente y se espera hasta que se solidifique al enfriarse. Se repite este proceso varias veces sobre la misma vela hasta obtener el grosor buscado. Aún se fabrican algunas velas artesanales de esta manera, aunque la mayor parte de las mismas se fabrican mediante moldes y maquinaria en las fábricas.
En otro tiempo no se ponían las velas encendidas sobre el altar, sino sobre unos maderos o tablas que atravesaban el santuario o el coro. En tiempos muy antiguos se usaban también candelas o velas de olor, como las que sirvieron en el bautismo de Clodoveo.
Las quince candelas que en la semana santa se ponen sobre el atril y se van apagando sucesivamente, representan los doce Apóstoles y las dos Marias y la más alta a la Virgen que por no haber perdido jamás la fe de la futura resurrección de su Hijo no se apaga nunca.1
En la antigua Francia se utilizaban las velas fabricadas con la cera de las abejas. En la Edad Media en Asia se utilizaban velas hechas a base de grasa animal (sebo). A mediados del siglo XVIII se comenzaron a fabricar con una preparación a base de parafina, ácido esteárico (ácido sólido graso) y en ocasiones cera de abejas, aceites animales.