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Respuesta:
Así...
Explicación:
Desde mediados de los años 70, las ciudades de América Latina se han visto sometidas a una serie de transformaciones importantes. Principalmente, estos cambios se deben a una reducción en el ritmo de crecimiento urbano –provocado por la baja en la migración interna del campo a la ciudad–, y a ciertas transformaciones sociales y políticas que modificaron las bases del desarrollo urbano. En este sentido, las reformas económicas de los años 90 que apuntaban a contraer el Estado mediante privatizaciones de empresas públicas y el desmantelamiento del sistema social limitaron seriamente la capacidad de gestión estatal. La decreciente capacidad redistributiva del Estado sirvió para profundizar más la brecha entre ricos y pobres. Si tomamos como ejemplo la región metropolitana de Buenos Aires, ya antes del abandono del sistema cambiario fijo y la crisis económica actual, el 80% de los habitantes había sufrido pérdidas reales de ingresos en el último cuarto del siglo, mientras que sólo el quintil superior obtuvo ganancias (Ciccolella, 1999; Welch, 2002). Estos procesos de polarización social se vieron reflejados en una nueva redistribución espacial: cada vez más ciudadanos buscan una organización privada y eficiente de su vecindario que les provea de los servicios que antes eran públicos. El abandono de la gestión y control del desarrollo urbano por parte del Estado y su apropiación por parte de actores privados dio como resultado la aparición de formas urbanas comercializables, redituables y valiosas para el mercado. Estas nuevas formas urbanas están básicamente dirigidas a los ganadores de las transformaciones económicas, es decir, Shopping Malls, Urban Entertainment Center, escuelas privadas y complejos residenciales cerrados, vigilados y de acceso vedado al público en general.