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Respuesta.
Según tu preguntabas, la experiencia la puedo trasmitir en que cada día que amanece el Señor me da la vida y así también, a mis semejantes y al mundo.
Amanece, oscurece, las plantas crecen y mueren, la vida se manifiesta.
Eso no puede no ser obra de alguien sobrenatural.
Esas experiencias, te deben bastar para reconocer a Dios.
Miro a la Madre Teresa, a Juan Pablo Ii, a Carlo Acuti y a tantísimos más. Que otra cosa necesito?
Yo como católica te trasmito no tanto, experiencias, que las puedes leer en el Evangelio y en la vida diaria, la presencia de Dios, es in ocultable, como te decía antes, sino en las enseñanzas de SS Benedicto XVI que lo sabe explicar.
“Creemos en Dios. Esta es nuestra opción fundamental. Pero, nos preguntamos de nuevo: ¿es posible esto aún hoy? ¿Es algo razonable? Desde la Ilustración, al menos una parte de la ciencia se dedica con empeño a buscar una explicación del mundo en la que Dios sería superfluo. Y si eso fuera así, Dios sería inútil también para nuestra vida. Pero cada vez que parecía que este intento había tenido éxito, inevitablemente resultaba evidente que las cuentas no cuadran. Las cuentas sobre el hombre, sin Dios, no cuadran; y las cuentas sobre el mundo, sobre todo el universo, sin él no cuadran. En resumidas cuentas, quedan dos alternativas: ¿Qué hay en el origen? La Razón creadora, el Espíritu creador que obra todo y suscita el desarrollo, o la Irracionalidad que, carente de toda razón, produce extrañamente un cosmos ordenado de modo matemático, así como el hombre y su razón. Esta, sin embargo, no sería más que un resultado casual de la evolución y, por tanto, en el fondo, también algo irracional.
Los cristianos decimos: "Creo en Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra", creo en el Espíritu Creador. Creemos que en el origen está el Verbo eterno, la Razón y no la Irracionalidad. Con esta fe no tenemos necesidad de escondernos, no debemos tener miedo de encontrarnos con ella en un callejón sin salida. Nos alegra poder conocer a Dios. Y tratamos de hacer ver también a los demás la racionalidad de la fe, como san Pedro exhortaba explícitamente, en su primera carta (cf. 1 Pe 3, 15), a los cristianos de su tiempo, y también a nosotros.
Creemos en Dios. Lo afirman las partes principales del Credo y lo subraya sobre todo su primera parte. Pero ahora surge inmediatamente la segunda pregunta: ¿en qué Dios? Pues bien, creemos precisamente en el Dios que es Espíritu Creador, Razón creadora, del que proviene todo y del que provenimos también nosotros”. (Homilía en Ratisbona, 12.9.06).
Encontrar a Dios supone encontrar el origen de sí mismo; y, por tanto, la razón de la propia existencia.
¿Qué es una religión?
Toda religión es un modo concreto de llegar a Dios: un camino de acceso a la divinidad, al Creador del universo (y de nosotros mismos).
Todas ellas implican una concepción de Dios y del mundo, a la que siguen unos modos de relacionarse con ambos, de rendir culto (ritos de adoración) y de vivir (un moral).
Básicamente en esto consisten todas las religiones: hinduismo, budismo, judaísmo, cristianismo, islamismo, etc.
En general, se podría decir que hay dos modos de plantearse la religión:
1. Ascendente: el hombre busca caminos hacia su Creador: se esfuerza por llegar, se “estira” para alcanzar a Dios: conocerlo, agradarlo, honrarlo.
2. Descendente: Dios que se dirige al hombre y se revela, lo salva y le muestra el camino de salvación.
En el primer modo el hombre sigue el impulso interior que lo lleva a buscar a su Creador y su plenitud. Es elogiable y muestra una excelente intención. Pero por este camino podrá llegar tan lejos como sea capaz... lo que siempre será poco.
Una religión a la “medida del hombre” es una religión solamente humana.
En cuanto a su origen, resulta evidente que la religión verdadera sólo puede venir de lo alto: “de arriba”, de Dios. No puede ser creación del hombre: sólo si viene de Dios será divina.
La religión verdadera necesariamente tiene que ser superior a nosotros: nos supera precisamente porque es divina. Dios es más grande que el hombre. Su ser y su verdad no pueden no superarnos. Lo que viene de El, supera nuestras capacidades. Los conceptos humanos son “chicos” para contener la verdad divina y las palabra humanas son incapaces de expresarla.
De manera que una religión que venga de Dios necesariamente deberá incluir elementos que no entiendo plenamente porque superan mi capacidad de entender: es lo que llamamos misterios. Su aceptación requiere de la fe.
Este es un punto de partida claro: se necesita fe: ¡por definición! Mis razonamientos se quedan cortos ante lo divino. Acepto lo que Dios revela, no en base a planteamientos humanos, sino por su origen divino. Es bueno que sea así: si la religión cupiera en nuestra razón... sería demasiado pequeña.