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La combustión (del latín combustio, -onis),[1] en sentido amplio, puede entenderse como toda reacción química, relativamente rápida, de carácter notablemente exotérmico, que se desarrolla en fase gaseosa o heterogénea (líquido-gas, sólido-gas) con o sin manifestación de llamas o de radiaciones visibles.
Desde el punto de vista de la teoría clásica, la combustión se refiere a las reacciones de oxidación que se producen de forma rápida, de materiales llamados combustibles, formados fundamentalmente por carbono (C) e hidrógeno (H) y en algunos casos por azufre (S), en presencia de oxígeno, denominado el comburente, y con gran desprendimiento de calor.
Desde un punto de vista funcional, la combustión es el conjunto de procesos químico-físicos, por los cuales se libera controladamente parte de la energía interna del combustible (energía química) que se manifiesta al exterior bajo la forma de calor, para ser aprovechado dentro de un horno o una caldera.[3]
En adelante, todo se refiere a la teoría clásica. En la realidad, en lugar de oxígeno puro, la reacción se produce con presencia de aire, que normalmente, para simplificar los cálculos, se le considera con una composición en volumen; de 21% de oxígeno y 79% de nitrógeno.
Las reacciones que se producen son las siguientes:
{\displaystyle {\ce {C + O2 -> CO2 + 33875 kJ/kg\; C}}}
{\displaystyle {\ce {C + O2 -> CO2 + 33875 kJ/kg\; C}}}
{\displaystyle {\ce {H2 + 1/2 O2 -> H2O + 143 330 kJ/kg\; O2}}}
{\displaystyle {\ce {H2 + 1/2 O2 -> H2O + 143 330 kJ/kg\; O2}}}
{\displaystyle {\ce {S + O2 -> SO2 + 8958 kJ/kg\; S}}}
{\displaystyle {\ce {S + O2 -> SO2 + 8958 kJ/kg\; S}}}