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Unas de las más grandes características de su obra es su gusto por los retratos y los paisajes, composiciones con poco movimiento y colores vibrantes. En primer lugar, los rostros que retrataba Sabogal presentaban una gran expresividad y estaban alejados de una representación realista de la anatomía humana. Además, la figura femenina siempre fue una constante en sus retratos. Las características mestizas siempre resaltadas por el artista proponían una nueva visión de los ideales de belleza de la época. En segundo lugar, los paisajes que pintaba el artista tampoco presentaban una perspectiva realista, pero se asemejan mucho al trabajo y a la visión de los artesanos. En tercer lugar, en cuanto a los colores que utilizaba, se observa una gran tendencia hacia los colores cálidos de tonos tierra, rojos, en contraste a azules intensos. Uno de los comentarios que recibió por parte de la crítica en su exposición en Brandes fue que él no dibujaba, sino pintaba. Esta observación define adecuadamente el estilo de trazo que Sabogal manejaba. Una pincelada gruesa que definía las figuras a través del color y no de la línea. Este tipo de tratamiento se asemeja mucho a lo que sería el postimpresionismo, una corriente artística que tuvo lugar en Europa entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, donde los artistas utilizaban pinceladas gruesas y colores vivos, representando la emoción que sentía quien pintaba por encima del realismo de lo que se veía. Es decir, una visión más subjetiva del mundo. Sin embargo, el trabajo plástico de Sabogal fue criticado negativamente en varias oportunidades, siendo la principal de estas críticas que el pintor no tenía una técnica para pintar. Es decir, su estilo de capas de óleo grueso sobre tela y elecciones cromáticas que se alejaban del estilo de pintura colonial, más detallista y delicado con colores suaves, del que el público limeño estaba acostumbrado a ese entonces. Sin embargo, fue esto lo que caracterizó y permitió al artista destacarse de entre sus pares.
Sabogal tuvo un amplio repertorio de obras, dibujos y grabados, de los cuales, muchos de ellos se encuentran hoy en colecciones privadas. Entre sus obras más reconocidas, se encuentran ‘Retrato de Indígena’, ‘Sacsayhuamán’ -xilografía-, ‘El Recluta’, ‘Plaza de Huanta’, ‘Toro, Sol y Vicuña’ y ‘Garcilaso’. En ‘Retrato de Indígena’, 1925, podemos observar a un personaje autóctono del Perú con un chullo y ropas de la sierra. Lo interesante de esta obra es el tratamiento de color que Sabogal aplicó en todo el cuadro en general, pero en especial en el rostro, donde podemos ver tonos azules y celestes en los pómulos del indígena. Esta característica, si bien es propia de movimientos como el postimpresionismo, estaba bastante alejada del canon de la pintura académica y colonial que tenía lugar en Lima hacia inicios del siglo XX. Esta elección cromática fue tanto rechazada como bienvenida dentro del público. En ‘Sacsayhuamán’, una xilografía del año 1925, se observa una representación de Sacsayhuamán, Cusco, vista desde la plaza. Lo interesante de este grabado es el detalle con el que trabaja el artista, con un tratamiento similar al de los artesanos andinos. Si bien no existe mucho interés con respecto al estudio de la perspectiva, es interesante cómo en el paisaje, además de no contar con personajes en la composición, transmite emociones melancólicas e idílicas, muy propias de la sierra del Perú. En ‘El Recluta’, 1926, también se ve el retrato de un indígena en una posición bastante estática.