Respuestas
Respuesta:
Sin proponer dogmatismos ni incondicionales adhesiones, invito a pensar a los lectores: distintos enfoques, diferentes miradas para poder entender y atender los síntomas psíquicos.
Teniendo en cuenta únicamente el área de la enfermedad y el de la salud (que debemos saber, no son lo opuesto) la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis escuchan cuestiones diferentes en el proceso de enfermar, porque utilizan instrumentos de conocimiento totalmente distintos, no por ello deben excluirse, pero si debemos los especialistas puntuar las diferencias.
Freud escribió en 1916, “Teoría General de la Neurosis” y se dirige a un auditorio al cual propone que: no anteponga sus prejuicios sobre los fenómenos neuróticos, ya que el psicoanálisis, como ciencia de ruptura, propone una novedosa concepción sobre la vida cotidiana y sobre el enfoque que hasta principio del siglo XX se realizaba sobre ciertos fenómenos clínicos.
Llevaba por entonces Freud (médico, neurólogo e investigador de la salud en general y de lo psíquico en particular) llevaba más de 20 años atendiendo pacientes, cuando escribe este artículo, confrontando resultados y analizando su objeto de estudio (el inconsciente) sobre la materia de trabajo con la que investiga y de la cual surgió el descubrimiento que llamamos psicoanálisis. Y decimos descubrimiento, por que como todo lo que se precie de serlo, supuso para la humanidad un develamiento, una novedad que le permitió al hombre, vivir de otra manera y relacionarse con la realidad de forma tal que no sea necesario enfermar para hablar. Todos soñamos, todos podemos hablar, todos podemos crear, todos deseamos. Y los instrumentos precisos y necesarios para esa construcción los interpreta, los produce el psicoanálisis.
Hablar eso “tan sencillo”. Hablar es una posibilidad del humano en el que siempre se pone en juego una doble carencia, una “lesión” estructural, necesaria, de nacimiento podríamos decir, una doble falta: somos mortales y el lenguaje nos antecede. Antes de nacer, ya existía algo en el mundo, que nos permite acceder al trabajo de otros humanos, aunque nunca los lleguemos a conocer. Es diferente parlotear (bla, bla, bla) que hablar en la dimensión del diálogo, donde debe existir otro humano semejante que escuche, para que se produzca lo nuevo en la conversación. ¿Quien habla y a quién se dirige? Hablar en presencia de un psicoanalista, permite decir con palabras, lo que nunca se dijo, lo que nunca se pudo permitir, lo que no se había podido regalar ese soñante.
QUIEN SABE ESPERAR, NO NECESITA CONCESIONES.
Los fanatismos ideológicos y el enamoramiento fulminante, las convicciones rápidas, las negociaciones impulsivas, caen fuera por completo de lo científico. Ese es uno de los motivos por los que no se pide nunca a los pacientes una adhesión convencida a las teorías psicoanalíticas; al contrario, una adhesión fanática nos hace sospechar, de modo que la actitud que es preferible ver adoptar en los pacientes es la de un benévolo escepticismo. Freud aconsejaba a los especialistas: “es más aconsejable que se deje madurar lentamente en ustedes la concepción psicoanalítica al lado de la psicología y la psiquiatría, hasta el momento en que se presente la ocasión de que una u otra puedan ponerse en relación, valorándose mutuamente y asociándose para dar origen a una concepción definitiva”.
Los conceptos y trabajos psicoanalíticos obtenidos no tratan de nociones especulativas, sino por el contrario son el fruto de una viva experiencia y observación directa, luego de la elaboración reflexiva de los resultados.
Explicación: