TEMA: LA INDEPENDENCIA: UNA REALIDAD.
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PARA BIEN O PARA MAL, el tema de la independencia continuará obsesionando por un tiempo indeterminado a todos los peruanos. Y está bien que así sea. Quizá porque es una coyuntura histórica a la que se suele remitir el origen de un conjunto de símbolos y rituales sobre los cuales se ha sostenido —y se sostiene— el Perú republicano, el Estado, las ideas de “nación” y los “nacionalismos”, el problema de la gobernabilidad, el patriotismo, las demarcaciones territoriales, las fronteras, las posibilidades de la democracia y la persistencia del autoritarismo. No hay que olvidar que el 28 de julio es la efeméride por excelencia y que sirve para legitimar el sistema político contemporáneo. Entonces, también se trata del síntoma de un malestar que afecta a todos los peruanos, más que un asunto estrictamente historiográfico.
2Pero además, la independencia, al igual que la conquista española y la guerra con Chile, forma parte de un triángulo de discursos históricos que han terminado por afianzar una suerte de frustración colectiva, de ocasiones perdidas y de agravios nacionales. Entonces resulta comprensible por qué, para muchos historiadores, el tema de la independencia ha terminado por convertirse en un tema controvertido, una piedra en el zapato.
1 Son abundantes las “Memorias” publicadas. Sólo por citar algunas de ellas tenemos las de Rufino Ec (...)
3Esta preocupación por la independencia se remonta a los años inmediatamente posteriores a 1821; podría señalarse que en este período se produce una suerte de “sociología de la independencia”. En efecto, quienes inauguran estas narrativas históricas son los mismos actores, la mayoría de ellos militares y políticos que se preocuparon por registrar los hechos desde sus particulares puntos de vista. Son las famosas “Memorias”1. La principal característica de este primer discurso es que, sus autores apelan precisamente a sus recuerdos para organizar los hechos; subyace también un afán autorreivindicativo. Ésta es una narrativa justificatoria en la medida que sus gestores privilegian en sus relatos la participación que les tocó desempeñar; así, tenemos diversas imágenes con respecto a un mismo acontecimiento. Se puede señalar que este discurso historiográfico privilegia el papel del individuo en la historia, las personalidades terminan por opacar la participación de los actores colectivos y de las clases sociales; los grandes ausentes son la multitud rebelde y fragmentada. En esta narrativa histórica, aparecen superpuestas y combinadas cuestiones relativas al aspecto militar, político, ideológico y social de la independencia. Sin embargo, ninguno de ellos puso en discusión el carácter revolucionario de la independencia; más aún, conscientes de que asistían a la inauguración de un nuevo orden histórico, se imaginaron a sí mismos como portadores de una modernidad política que admitía formas de organización social y política realmente avanzadas para su época: la república popular democrática.
4Estas primeras imágenes de la independencia están pues impregnadas de un fuerte aliento romántico e idealista. El horizonte utópico que destilan estos relatos hay que buscarlos en el descomunal desafío que su tiempo y ellos mismos se impusieron. Liquidado el régimen colonial, no sólo había que reformular nuevos principios de ordenamiento social y administrativo, sino sobre todo proporcionar instituciones, símbolos y emblemas lo suficientemente sólidos y que permitan contrarrestrar las fuertes tendencias de la fragmentación territorial, la anarquía, y el tremendo vacío de poder generados a raíz del aflojamiento de los resortes y mecanismos del dominio colonial.
5Se trata pues de una visión revolucionaria, romántica y heroica de nuestra primera historia republicana. Y no dejaban de tener razón, pues al tiempo que escribían sus recuerdos, también eran testigos de las violentas guerras civiles entre los “caudillos”; período conocido por los historiadores como el primer “militarismo” peruano. Es importante destacar la influencia que ejerció entre estos autores, la lenta y dificultosa construcción del Estado y el desorden político de la época. De ahí se derivan las imágenes fragmentadas y el relato de acontecimientos aislados.
2 Para este debate véase Heraclio Bonilla y Karen Spalding (comp), La independencia en el Perú.
6Desde esta perspectiva, evidentemente la imagen de la independencia es diferente, por ejemplo a la diseñada ciento cincuenta años después por una corriente historiográfica de filiación marxista y que acentuaba el carácter fenoménico de la separación política del Perú con respecto de la monarquía española. Según esta narrativa histórica, la independencia fue el resultado de dos expediciones libertadoras: la de José de San Martín y la de Simón Bolívar; de aquí se deriva el “silencio” de las clases populares, acentuando el carácter puramente político de la emancipación y en donde además los “factores externos” adquieren un sentido determinista2.