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La Independencia del Perú fue un capítulo importante en las guerras de independencia hispanoamericanas. Fue un proceso histórico y social, el cual corresponde a todo un periodo de fenómenos sociales, levantamientos y conflictos bélicos que propiciaron la independencia política y el surgimiento de la República Peruana como un estado independiente de la monarquía española, resultado de la ruptura política y desaparición del Virreinato del Perú por la convergencia de diversas fuerzas liberadoras y la acción de los ejércitos patriotas.
Los antecedentes más remotos de un afán independentista en el Perú, se pueden notar en los intentos de algunos de los primeros conquistadores españoles por liberarse del dominio del rey de Castilla. Luego, a lo largo del siglo XVIII, se sucedieron múltiples movimientos y manifestaciones indígenas contra la dominación colonial y el trato de las autoridades coloniales, algunos de las cuales devinieron en auténticas rebeliones. La aplicación de las reformas borbónicas incrementó la desazón y la inconformidad que tuvo su estallido con la rebelión de Tupac Amaru II, la cual terminó en una violenta represión por parte de las autoridades virreinales, aunque permaneció latente el descontento entre la población. Se discute si estos movimientos deben ser considerados como precedentes de la emancipación protagonizada por caudillos y pueblos del Perú y de otros países del continente americano.
Al producirse la invasión francesa a España, los reyes españoles Carlos IV y su hijo Fernando VII abdicaron al trono en favor del emperador francés Napoleón Bonaparte, quien cedió la corona a su hermano, José Bonaparte. Como consecuencia de la ocupación francesa se produjo el levantamiento de España y, en diversos puntos de la América española, se crean juntas autónomas de gobierno que disputaban la hegemonía sin pretender cambiar el orden colonial. Fue entonces que el virrey Abascal hizo del Ejército Real del Perú, y del virreinato peruano, la base de la contrarrevolución ante los patriotas en el Alto Perú, Quito, Chile y el Río de la Plata. Las primeras rebeliones autónomas peruanas surgieron desde 1811 en el contexto de descontento indígena y colaboración criolla con la revolución rioplatense aunque no lograron alcanzar la libertad del país.
En 1820, la Expedición Libertadora del Perú al mando del general argentino José de San Martín desembarcó en el Perú procedente de Chile. Con la retirada de los realistas de Lima, el general San Martin proclamó la independencia del Estado peruano el 28 de Julio de 1821, y bajo su Protectorado se formó el primer Congreso Constituyente del país. Con la Guerra de Maynas queda pacificado el oriente peruano en 1822. Ante la negativa a enfrentar el proyecto unificador del libertador Simón Bolívar, San Martín se ve obligado a retirarse del Perú mientras la joven república sostenía una guerra de resultado incierto contra los reductos realistas en el interior del país, situación que propicia la llegada al Perú de la corriente libertadora del norte. Finalmente, en 1824, tuvieron lugar las batallas de Junín y Ayacucho que culminaron con la capitulación del ejército realista y el fin del Virreinato del Perú.
Consecuente a la independencia del Perú, en abril de 1825, concluye la campaña de Sucre en el Alto Perú y, en noviembre de ese mismo año, México consigue la capitulación del bastión español de San Juan de Ulúa en Norteamérica. Por último, en enero de 1826, caen los reductos españoles del Callao y Chiloé. España renuncia en 1836 a todos sus dominios continentales americanos.7
Los resultados de la Independencia fueron muy variados: en lo político se cortó la dependencia de España, en lo económico se mantuvo la dependencia de Europa, y en lo social el despojo de tierras a indígenas se acentuó en la era republicana.8 El empleado doméstico indígena fue tratado de forma inhumana, incluso en las primeras décadas del siglo XX.9 Esta población consiguió la ciudadanía en el mismo nacimiento de la república, el 27 de agosto de 1821;1011 sin embargo, aún en pleno siglo XXI se sigue construyendo una sociedad genuinamente democrática, donde sea posible la plena garantía y el respeto de los derechos humanos.12