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Korbán (en hebreo, קָרְבָּן) se refiere a una variedad de ofrendas para sacrificios descritas, ordenadas y explicadas tanto el Tanaj (Biblia hebrea) como en el Talmud y que eran ofrecidas por los israelitas antiguamente, y en su lugar por los sacerdotes cohanim en el Templo de Jerusalén. Korbán deriva de la raíz hebrea K [a] R [o] V (קרב) que significa venir a Dios o acercar,[1] algo similar a la palabra latina sacrificium, sacrum facere (hacer sagrado).
Los judíos hacían constantes sacrificios a Dios:[2][3] animales, vegetales o incienso eran sacrificados diariamente en el Templo por los sacerdotes. La ley prescribía que debían ofrecerse los primeros frutos de la tierra y los primeros nacidos de los animales. También los primogénitos de los hombres debían ser ofrecidos a Yahvé, pero esa misma ley ordenaba expresamente que estos últimos no debían ser sacrificados sino redimidos (Deuteronomio 12:31 y 18:10). La religión prohibía los sacrificios humanos, que se consideran una profanación del nombre de Dios (Levítico 20:1).
Estos sacrificios, cuando no implicaban la muerte de un animal, generalmente consistían en pan, aceite, vino o incienso (Levítico 2:14, Génesis 28:18, 35:14, Números 28:7-14, Levítico 6:20). Si se trataba de un sacrificio en el cual se ofrendaba un animal, la víctima debía cumplir ciertos requisitos:
El animal ofrecido debía pertenecer a quien ofrecía el sacrificio. Por eso los judíos solo aceptaban animales domésticos y no peces o animales salvajes (Levítico 22:19). El sacrificio de palomas constituye la única excepción, concedida a los pobres que no poseían animales (Levítico 5:7 y 12:8).
Había regulaciones en cuanto al sexo, la edad y las características que debían tener los animales que iban a ser sacrificados. El criterio imperante era que solo lo mejor se ofrece a Dios (Levítico 22:20, Malaquías 1:13). Entre las condiciones necesarias había: que fuesen animales con la pezuña partida y rumiantes, que tuviesen más de ocho días de vida, y fuesen físicamente perfectos.