• Asignatura: Religión
  • Autor: catalinalaserna
  • hace 5 años

¿Qué sucedió con los Israelitas luego que Jerusalén fue destruido?
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Respuestas

Respuesta dada por: convertidor12
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Respuesta:

en las primeras semanas del año 70 d.C. empezaron a llegar a Alejandría embajadores de todo el mundo mediterráneo, enviados por los gobernadores de las provincias del Imperio y Estados aliados; hasta el rey de los partos se desplazó en persona a la capital egipcia. Todos acudían con un único propósito: felicitar a Vespasiano, el general al que las legiones de Roma acababan de proclamar nuevo emperador.

Vespasiano había llegado al Próximo Oriente cuatro años antes. Nerón, antes de sucumbir a una conspiración contra su tiránico régimen, lo había nombrado gobernador de Judea con una misión muy precisa: acabar con la rebelión de los judíos contra Roma. Su antecesor en esa tarea, el legado de Siria, Cestio Galo, había fracasado estrepitosamente, de manera que Vespasiano se mostró prudente y no quiso atacar de inmediato Jerusalén, la capital de Judea y baluarte de la resistencia. Pero ahora, antes de partir hacia Roma para tomar posesión de su nueva dignidad, el recién nombrado emperador quiso dejar encaminado el problema y encargó a su hijo primogénito, Tito Vespasiano, la conquista de la ciudad sagrada de los hebreos.

Tito quedó al mando de cuatro legiones: la V Maced��nica, la X Fretensis, la XV Apollinaris y la XII Fulminata; en total, unos 60.000 hombres entre legionarios, jinetes, tropas auxiliares, ingenieros e innumerable personal. Una fuerza colosal, a la altura de lo que también era un descomunal desafío. Jerusalén, en efecto, parecía una ciudad inexpugnable. Estaba fortificada con tres murallas y albergaba, además del recinto del Templo, dos tremendas fortalezas: el antiguo palacio de Herodes el Grande, con tres torres imponentes, y la fortaleza Antonia, en el ángulo noroccidental del Templo, con cuatro torres muy potentes.

Dentro de la ciudad había dos murallas: una separaba la Ciudad Nueva de la antigua, situada al lado del Templo; la otra cortaba el paso desde este barrio a la Ciudad Alta. Y, finalmente, había un cuarto muro entre la ciudad alta y la baja. La tercera muralla defendía la zona septentrional de Jerusalén, la más llana y propicia a un ataque. Los lados occidental, sur y oriental eran prácticamente imposibles de franquear, pues el desnivel entre los muros y los valles circundantes era muy pronunciado.

Explicación:

Respuesta dada por: ErickJeickAguilar20
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Explicación:

En las primeras semanas del año 70 d.C. empezaron a llegar a Alejandría embajadores de todo el mundo mediterráneo, enviados por los gobernadores de las provincias del Imperio y Estados aliados; hasta el rey de los partos se desplazó en persona a la capital egipcia. Todos acudían con un único propósito: felicitar a Vespasiano, el general al que las legiones de Roma acababan de proclamar nuevo emperador.

Vespasiano había llegado al Próximo Oriente cuatro años antes. Nerón, antes de sucumbir a una conspiración contra su tiránico régimen, lo había nombrado gobernador de Judea con una misión muy precisa: acabar con la rebelión de los judíos contra Roma. Su antecesor en esa tarea, el legado de Siria, Cestio Galo, había fracasado estrepitosamente, de manera que Vespasiano se mostró prudente y no quiso atacar de inmediato Jerusalén, la capital de Judea y baluarte de la resistencia. Pero ahora, antes de partir hacia Roma para tomar posesión de su nueva dignidad, el recién nombrado emperador quiso dejar encaminado el problema y encargó a su hijo primogénito, Tito Vespasiano, la conquista de la ciudad sagrada de los hebreos.

El primer asalto

Tito quedó al mando de cuatro legiones: la V Macedónica, la X Fretensis, la XV Apollinaris y la XII Fulminata; en total, unos 60.000 hombres entre legionarios, jinetes, tropas auxiliares, ingenieros e innumerable personal. Una fuerza colosal, a la altura de lo que también era un descomunal desafío. Jerusalén, en efecto, parecía una ciudad inexpugnable. Estaba fortificada con tres murallas y albergaba, además del recinto del Templo, dos tremendas fortalezas: el antiguo palacio de Herodes el Grande, con tres torres imponentes, y la fortaleza Antonia, en el ángulo noroccidental del Templo, con cuatro torres muy potentes.

El Muro de las Lamentaciones, en la imagen, es el único vestigio que queda hoy del Segundo Templo de Jerusalén, erigido por Herodes y destruido por Tito durante la primera guerra judía.

Foto: Gavin Hallier / Corbis

Dentro de la ciudad había dos murallas: una separaba la Ciudad Nueva de la antigua, situada al lado del Templo; la otra cortaba el paso desde este barrio a la Ciudad Alta. Y, finalmente, había un cuarto muro entre la ciudad alta y la baja. La tercera muralla defendía la zona septentrional de Jerusalén, la más llana y propicia a un ataque. Los lados occidental, sur y oriental eran prácticamente imposibles de franquear, pues el desnivel entre los muros y los valles circundantes era muy pronunciado.

Además, en la ciudad se habían hecho fuertes varios grupos de zelotes, una corriente de judíos exaltados que propugnaban desde hacía décadas la rebelión contra el poder romano. Juan de Giscala, Simón bar Giora y Eleazar ben Simón se repartían el dominio de Jerusalén, en medio de recelos mutuos que desembocaron en una auténtica guerra civil, de la que sería víctima uno de ellos, el sumo sacerdote Eleazar. En su furia sectaria cometieron graves errores, como por ejemplo destruir los depósitos de grano, que según algunos hubieran permitido a Jerusalén resistir durante años un asedio. Pero a la llegada de Tito todos estaban dispuestos a luchar hasta la muerte, y frenaron todos los intentos de los judíos más moderados y pacíficos de llegar a un acuerdo con los romanos.

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El sitio de Jerusalén duró cinco meses, de marzo a septiembre del año 70, y conocemos su desarrollo gracias a Flavio Josefo, un judío al servicio de Tito que lo relató detalladamente en su libro La guerra de los judíos. Tito inició el ataque por el norte. Sus tropas desplegaron la impresionante maquinaria de asedio romana: balistas y otros ingenios castigaban a los defensores con un bombardeo de piedras y jabalinas, mientras la infantería trataba de perforar las murallas mediante arietes, vigas de madera montadas sobre plataformas o en torres móviles. Para realizar esta operación era necesario nivelar el terreno, por lo que los soldados construyeron terraplenes de madera con tierra encima.

La madera se obtuvo de los bosques próximos, que quedaron totalmente talados en un radio de 20 a 25 kilómetros. Al ver que los romanos estrechaban cada vez más el cerco, los judíos respondieron arrojando antorchas encendidas contra las máquinas de guerra romanas. En una ocasión, incluso, hicieron una salida en masa para incendiar el material bélico romano, pero fueron rechazados por tropas de élite de Alejandría y por la bravura personal de Tito, que arremetió contra los judíos al frente de su caballería y mató él mismo a doce de ellos, según relata Flavio Josefo.

Tito, el artífice de la derrota judía.

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