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La doctrina filosófica del pragmatismo es –como dice William James– un nombre nuevo para viejos modos de pensar. Sólo que antes de James se usó fragmentariamente y a modo de preludio, y él sistematiza la doctrina y generaliza su misión.
El pragmatismo cree que el hombre es incapaz de captar la esencia íntima de las cosas, que la razón humana es incapaz de resolver los enigmas metafísicos y desvía entonces su atención a los resultados prácticos, vitales de las ideas y creencias. La actitud del pragmatismo es de desprenderse de las primeras cosas, causas, categorías, principios, substancias, y fijarse en los frutos, efectos, resultados prácticos de las ideas. El pragmatismo cree que el pensamiento no tiene por finalidad conocer las verdades metafísicas, sino orientarnos, ajustarnos prósperamente a la realidad. El pensamiento es como una función vital que tiene su papel en la conservación y preservación de la vida. Introduce un nuevo concepto de la verdad. Para el pragmatismo un pensamiento es verdadero cuando es útil y fomentador de la vida. Este pensamiento pragmatista se enmarca dentro de las filosofías de la vida para las cuales la vida humana es el valor cimero, siendo todos los otros valores medíos útiles para el fomento de la vida: la verdad es lo útil y conveniente al hombre; el conocer y el pensar son funciones al servicio de la conservación y promoción de la vida.
Hagamos una objeción inicial a los presupuestos y valoraciones últimas de estas doctrinas vitalistas y pragmáticas.
El fomento de la vida práctica biológica, no puede ser considerado como la finalidad del hombre. Ajustándonos a un riguroso positivismo, la vida humana se presenta como el fenómeno de que ciertas actividades inmanentes al organismo, trascienden de él. «La vida –decía Simmel–consiste en ser más que vida; en ella lo inmanente es un trascender más allá de ella misma».
Ese conjunto de funciones vitales, cuyos productos tienen una consistencia trascendente a la vida, trans-vital, es lo que constituye la vida espiritual. La vida humana pues no es mera zoología o fisiología, sino que también es creación de algo trans-biológico –un poema, un sacrificio, una filosofía–. Es decir, que la vida no tiene un fin inmanente y encerrado en ella misma, no es el valor último al que todos los restantes están subordinados, sino que ella a su vez se convierte en instrumento de realización de los valores espirituales de la bondad, la verdad y la belleza, los que constituyen los fines trascendentes de la vida.
El pensamiento empezó siendo un dócil instrumento de la vida, para el servicio y fomento de ésta; pero el pensamiento ya ha llegado a su mayoría de edad y se puede emancipar de las necesidades prácticas que lo originaron. El hombre comenzó a pensar para poder comer y ha evolucionado hasta el grado en que ya hay hombres que comen solamente para poder pensar.
Está bien fomentar la vida, pero como medio de que brote en ella la flor del espíritu.
El Pragmatismo de William James
El dilema actual de la filosofía
Escribe W. James en su obra «Pragmatismo» que la historia de la filosofía, considerada en grandes líneas, no es sino el choque de los temperamentos humanos, es decir, de esos modos individuales de ver y sentir la vida. Cada filósofo interpretará a los hechos de acuerdo con su temperamento. Será su temperamento el que, más que sus premisas estrictamente racionales, alimentará su más íntima propensión.
Esta diferencia de temperamento se ha producido también en literatura, en arte, en política, en las costumbres y por supuesto, en la filosofía. En filosofía tenemos también un contrast
Ahora se plantea James su problema principal. Si un hombre de este tipo –de tendencia empírica y fondo religioso– se hace amante de la filosofía, ¿qué habrá que
2) «El pragmatismo a pesar de su devoción con los hechos, no tiene esa propensión materialista en que se desenvuelve el empirismo. Si las ideas teológicas demuestran poseer un valor para la vida concreta, las diputará por ciertas el pragmatismo, en el sentido de ser buenas en tal medida». «Si el absolutismo filosófico nos produce consuelo, ya no es estéril, ya tiene un valor, porque actúa en una función concreta».
«Comprendo la extrañeza de algunos de vosotros –dice James– al oírme decir que una idea es verdad en tanto que creemos que es provechosa para nuestra existencia. Admitiréis de buen grado que es buena por cuanto sea ventajosa. Pero, me diréis, ¿no es un mal uso de la palabra verdad el decir que las ideas son también verdaderas por ser buenas, provechosas?»
Explicación:
espero corona ;-)