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La caída de Roma puso en duda la longevidad que iban a tener otras instituciones, incluyendo hasta el cristianismo. Muchos siglos la estabilidad del cristianismo estuvo basado en la fuerza del Imperio Romano. Aunque Constantino legisló con tolerancia en lo religioso, Teodosio I hizo del cristianismo la religión oficial del imperio, con un papel relevante a la hora de configurar la propia cristiandad.
Al caer el Imperio, muchos pensaron que podría decaer, pero para dar tranquilidad a los fieles, los papas (Gregorio I de manera especial), tomaron el liderazgo con más fuerza.
En sus orígenes se fundó con un co-centro para el Imperio romano. Constantinopla sobrevivió siendo el centro del Imperio Bizantino, que terminó siendo el más potente y resistente. Aunque las muralas romanas eran impresionantes, Teodosio pensó que eran débiles, por lo que construyó unas enormes paredes dobles para la defensa de Constantinopla. Lo cierto es que esta ciudad se diseñó pensada en ser más fuerte que Roma y fue capaz de resistir la la invasión islámica hasta bien entrado el siglo XI.