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¿La sociedad valora el aporte de las antiguas culturas americanas y europeas?
La continua presencia de europeos en América a partir de 1493, siempre reforzada por la emigración ininterrumpida, hace que el Nuevo Mundo se convierta en una frontera de Europa. Nótese que empleamos el término frontera con el preciso significado que tiene en la historiografía norteamericana: espacio geográfico en el que un pueblo en movimiento entra en contacto con otros de cultura muy diferente a la de aquél. Frontera es, al mismo tiempo, el proceso de interacción entre esos pueblos y sus respectivas culturas que, en mayor o en menor medida, quedan influidas unas por otras. Como proceso temporal o histórico que es, la frontera se inicia con el primer contacto entre los pueblos que son sus protagonistas; se desarrolla a medida que la interacción entre esos pueblos evoluciona; se intensifica y acaba por definirse en una forma de convivencia relativamente estable; se concluye cuando una única autoridad política se impone de forma duradera en la totalidad del espacio de que se trate, y el otro u otros pueblos se someten, huyen o desaparecen. La frontera que se acaba o cierra en su lugar se abre en otro si el pueblo que la inició con su movimiento continúa desplazándose, hasta el instante en que ese dinamismo cese. La emigración europea a América hace, pues, que aparezcan sucesivamente una serie de fronteras en constante desplazamiento espacial; las últimas permanecen aún vivas en nuestros días.1