la euplectella por qu
e es un parasito rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrapido porfaaaaaaaaaaaaaaa
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Se trata del esqueleto de una esponja del Pacífico occidental llamada Euplectella aspergillum que recibe también nombres más poéticos como “esponja de cristal”, si bien mi favorito es “regadera de Filipinas”. Fue descrita en 1841 por sir Richard Owen, biólogo-superstar que tuvo un papel destacado en la larga historia de la reconstrucción de Iguanodon, como quizá alguno recuerde. Euplectella vive desde 40 hasta varios cientos de metros de profundidad, y a pesar de ser bastante inaccesible por este motivo, es una de las especies de poríferos más conocidas por varias razones. La primera, su inconfundible belleza; la trama de su esqueleto, al mirarse de cerca resulta asombrosamente compleja, euplectella2.jpgcomo un encaje diminuto e imposible hecho con fibras cristalinas. La segunda, por ser el representante más conocido de esponjas hexactinélidas, que vienen a ser los perros verdes de las esponjas (el esqueleto es de dióxido de silicio, las células están fusionadas entre sí y otros detallitos que no vienen al caso). La tercera razón es que, junto a la esponja de baño y a Bob Esponja (sublime que un invertebrado porífero pase a protagonizar una serie de dibujos animados), la regadera de Filipinas está entre las esponjas más famosas, especialmente en Japón donde estos esqueletos son regalos de boda muy apreciados. ¿Por qué? Pues porque muy habitualmente en el interior de dicho esqueleto se puede entrever, ¡oh sorpresa! una parejita de cangrejos de unos pocos centímetros pertenecientes a la especie Spongicola japonica (izquierda).
La pregunta que surge es evidente: ¿Cómo han entrado esos cangrejitos en la esponja cuando a todas luces no caben a través de los poros?
Bien, en realidad los cangrejos de marras entran a traves de dichos poros en su fase larvaria y crecen allí dentro. Una vez que una parejita de larvas de dicha especie se haya establecido y empiecen a crecer, la convivencia se sella de forma indisoluble al no poder salir de su encierro ya para el resto de la vida de los cangrejos y de su exclusivo hogar cristalino hasta que la muerte los separe, mmmmhbuahahaha. La analogía con el matrimonio se hace evidente, pero no estoy seguro de que como regalo de bodas sea especialmente una gran idea.
Como era de esperar, de esta relación intuimos que hay una simbiosis mutualista, o al menos comensal, en la que las gambicas viven felices y protegidas y la esponja libre de parásitos indeseables. Sabemos que existen al menos otras dos especies de crustáceos capaces de llevar una vida similar.
Además, las fibras se disponen siguiendo ejes longitudinales, transversales y finalmente diagonales según un patrón muy regular, lo que minimiza el efecto de las fuerzas de compresión, tracción y torsión. ¿Os suena de algo?
Pero aún hay más. Recientes estudios demuestran que estos elementos estructurales, y en concreto las espículas basales, se comportan como una fibra óptica de unas propiedades tan excepcionalmente buenas -especialmente en lo que se refiere a flexibilidad- que ninguna de las que se han creado hasta la fecha es capaz de igualarla. Ya están intentando desenmarañar todos sus secretos para intentar copiar el invento. Impresionante. Podéis leer el artículo original con todo tipo de detalles aquí (in inglis, of cors).
En él además se discute sobre el asunto que realmente nos interesa desde el punto de vista biológico. ¿Para qué narices quiere fibra óptica una esponja a 200 metros de profundidad, en la oscuridad más absoluta?
Puestos a especular, como se aventuran a hacer los autores del estudio, podríamos tener en cuenta que de hecho sí hay luz a esas profundidades, y en todo caso se trata de bioluminiscencia. Aunque no se conocen esponjas bioluminiscentes, en teoría Euplectella podría albergar organismos con capacidad de generar luz, como lo son ciertas bacterias, y emplear las propiedades de sus espículas basales, por ejemplo, para atraer a las larvas de los cangrejos esponjícolas (que como habréis notado, tienen ojos) en la oscuridad de las profundidades.
Aunque de demostrarse esta hipótesis todos nos maravillaríamos (total, cosas más raras se han visto), tampoco hay que lanzar las campanas al vuelo. Es un error pensar que absolutamente todos los elementos anatómicos de un organismo o sus propiedades deben tener obligatoriamente una función. Así como es muy sencillo imaginar que la solidez impresionante del esqueleto de Euplectella está justificada a 500 atmósferas y con cangrejos dentro incordiando todo el día, lo de las propiedades ópticas de sus espículas bien podría ser una consecuencia “inesperada” de la minuciosa ultraestructura en capas, sin ninguna funcionalidad.
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