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Respuesta:
El poder religioso y político de su tiempo no soportó la solidaridad de Jesús con los desposeídos de este mundo. El poder dominador del tiempo de los mártires riojanos no permitió su acción evangelizadora. Ellos eran la expresión de un amor insoportable para un mundo que sigue estructurado sobre la injusticia y el desamor.
Junto a Monseñor Enrique Angelelli también sus colaboradores, el fraile franciscano conventual Carlos de Dios Murías y el sacerdote francés Gabriel Longueville, más el laico y padre de familia Wenceslao Pedernera, cambiaron su vida para ser testigos de Cristo y el Evangelio.
MÁRTIR
Podríamos preguntar quién es mártir. O cuándo se es tal. La respuesta podría ser expresada en una definición. No obstante es más apropiado expresarlo por medio de una respuesta reflexiva. Mártir es el discípulo de Cristo que asume -según palabras de las Sagradas Escrituras- el “cáliz” (Cf Mt 20, 22; 26, 39). Es decir, quien sigue a Cristo y confirma con su vida los valores del Evangelio. El martirio es la consecuencia de una opción de fe, ya sea por abierta confesión -como puede darse en el caso de la persecución religiosa explícita-, o por el compromiso activo por la justicia, por la verdad o la moral cristiana. Tal éste último, el caso de Santa María Goretti.
La noción de martirio admite poner el acento en el amor que está en la base del testimonio de los mártires, lo que se advierte en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes y en la Constitución Dogmática Lumen Gentium, ambas del Concilio Vaticano II. Desde los primeros tiempos hubo cristianos llamados -y aún lo son hoy- a dar la vida en testimonio de amor a Cristo y al prójimo.
El caso del P. Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano polaco que murió en Auschwitz, es ejemplo de este amor, cuando asume voluntariamente el lugar de otro prisionero. Al P. Kolbe, tras sobrevivir dos semanas en la celda del hambre se le quita la vida con una inyección letal el 14 de agosto de 1941. En 1971 es beatificado por Pablo VI no como mártir; sino como “confesor”. En 1982 Juan Pablo II lo canoniza como “mártir”. En la homilía no usa la expresión “mártir de la fe”. Pero sí pone de relieve el testimonio de amor del P. Maximiliano Kolbe.
En los umbrales del Nuevo Testamento el Evangelio cita a san Juan Bautista, que sufrió la muerte no por una confesión directa de la fe, sino por condenar el adulterio (Cf Mc 6, 17-29). El que es nombrado por Juan Pablo II en la encíclica “Veritatis splendor” (91), porque “murió mártir de la verdad y la justicia”. Por lo que se advierte que la causa del martirio es un bien divino, que está por encima del bien humano. Aunque también hay que advertir que la defensa de un bien humano puede ser causa de martirio, si está referido a Dios. La búsqueda de la justicia puede serlo. Lo fue la voz profética del Obispo Angelelli, que incomodó al establishment argentino.