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Respuesta:
Los años 30, afectados por la crisis mundial, marcaron un punto culminante en la presión por liquidar el Estado oligárquico con el ingreso de la clase media y los grupos populares a la política. El surgimiento de nuevos partidos radicales de izquierda y de derecha (el APRA y la Unión Revolucionaria, principalmente) y la expansión acelerada de los gremios obreros demostrarían la incorporación de estos grupos al juego democrático, sin embargo, el fenómeno se manifestó como exclusivo de los medios costeños y urbanos. Salvo en el caso del APRA, ninguno de los otros partidos logró movilizar a los campesinos.
Pero la irrupción de estos nuevos grupos no significó que se crearan niveles de participación adecuados para transformar al Estado peruano y darle un perfil más democrático. La elite exportadora, que ahora formaría un germen de burguesía empresarial, pareció estar mejor dispuesta a la negociación y a la apertura política, pero no vaciló en reprimir cualquier intento que pudiera poner en peligro su dominio sobre el Perú. Por ello, se escudó en militares como Sánchez Cerro o Benavides para seguir manejando al país. A lo largo de estos años, se recortaron las libertades públicas y sindicales y se persiguió a los partidos considerados subversivos o fuera del orden. Esa fue la esencia de este tercer militarismo.
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Palacio Torre Tagle
La crisis mundial y sus efectos. - Las limitaciones del modelo exportador de productos primarios se hicieron patentes con la crisis de 1929. Dos de sus manifestaciones más importantes fueron la caída de los precios en el mercado mundial y la concentración de los capitales. Toda América Latina padeció la crisis.
En el Perú, entre 1929 y 1932, el valor de las exportaciones de cobre se redujo en 69%, lanas en 50%, algodón en 42% y azúcar en 22%. El país tuvo que reducir sus gastos y disminuir la obra social. El presupuesto nacional que era de 50 millones de dólares en 1929, descendió a 16 millones en 1932, el año más duro de la crisis. Muchas empresas cerraron y el desempleo se extendió por todo el país.
Para los grupos medios populares los años 30 significaron reducción de salarios, desocupación y auge de huelgas y revueltas. Pero una suerte de burguesía nacional, interesada en el mercado interno, se deja sentir en el poder político. De otro lado, la crisis obligó a desarrollarse con autonomía respecto al mercado mundial e impulsar la industrialización. El Perú se reacomodó y, ante la ausencia de capitales foráneos, debió autofinanciar su recuperación.
Este esfuerzo permitió, por ejemplo, construir y culminar una serie de carreteras, asfaltadas o afirmadas, para articular algunas regiones del país. En 1934 había en el Perú 19,867 kilómetros de carreteras y en 1944 la cifra se elevó a 33,468. En otros aspectos, no hubo una política demasiado proteccionista para favorecer a la industria nacional, sin embargo, en 1940, se dio la ley 9140 mediante al cual el Ejecutivo se reservaba el derecho de estimular aquellas industrias que juzgara convenientes.