Alguien me puede decir cuales son las funciones lingüísticas que aparecen en este texto.
Urgente, Mañana tengo EXAMEN
Se hace campaña con poesía pero se gobierna en prosa, ha dicho recientemente Hillary Clinton en un desesperado intento por quitar importancia a la elocuencia de su rival Barack Obama. Pero los discursos de Obama son magníficas piezas de oratoria que cautivan a cualquiera que los oye. Si finalmente los votos demócratas se inclinan a su favor, el resultado tendrá mucho que ver con eso. Es algo que reconforta en estos tiempos en que todo en política es imagen, apariencia, puesta en escena, y la palabra parece haber quedado relegada a un segundo plano. Un hombre que habla con claridad, soltura y elegancia, ahí es nada. Y que además de eso arrastra a los auditorios porque sus discursos destilan un aroma de convencimiento nada enfático, de sinceridad sin aspavientos y de entusiasmo contenido. ¿Tendría el mismo éxito entre nosotros un candidato que sustentara su fuerza de persuasión en el poder de las palabras? Uno de los hábitos educativos que sigue respetándose en Estados Unidos es el de la retórica. Los estudiantes de colegios y universidades están acostumbrados a elaborar defensas orales, a preparar debates y a pronunciar discursos ajustados a las viejas reglas ciceronianas de la inventio, la dispositio, la elocutio, la oratio y la actio. Gracias a eso el tan denostado yanqui medio puede salir airoso de uno de los trances que con más frecuencia se le presentan al ciudadano moderno: el de responder de forma coherente, precisa y articulada a los interrogatorios callejeros ante una cámara de televisión. En estas situaciones el político español se las ve y se las desea para dar una respuesta no ya elaborada, sino simplemente decente. No niego que haya algunos buenos oradores en las cámaras nacionales y regionales. Pero, llegada la campaña electoral, lo único que importa es tirar para adelante en mítines aburridos, enhebrar los cuatro tópicos de rigor, soltar un par de insultos al adversario y colar de cuando en cuando una 'petite phrase' más o menos sonora, más o menos escandalosa, que ocupe los titulares de prensa el día siguiente. A esto se reduce el concepto de oratoria entre nuestros representantes. Cuando se les habla de habilidades comunicativas piensan en el color de la corbata o en el corte de pelo que lucirán en los carteles, y creen que acercarse al lenguaje del pueblo consiste en hablar a voz en grito del precio de las cerezas en pleno mercado, según acaba de hacer una conocida estrella del circo nacional. Oírla berreando como una verdulera de zarzuela daba la medida de nuestra elocuencia política. Aquí el arte del discurso se sustenta en un par de trucos de charlatán ambulante, en unas cuantas aburridas letanías sin coherencia argumentativa y en otros tantos desplantes de torero farruco. Obama queda a miles de kilómetros de distancia.
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