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Respuesta:Jean Paul Sartre, considerado uno de los grandes pensadores del s. XX y gran exponente del existencialismo, afirmó en El existencialismo es un humanismo, obra publicada en 1946 que recoge las ideas expuestas en una conferencia que tuvo lugar en París, en 1945, que el ser humano es un ser arrojado al mundo que comienza por existir. Se encuentra en un mundo al que él no ha decidido venir. El ser humano comienza por ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho a través de sus decisiones, de su conducta, en definitiva, de sus elecciones. Así, afirmará que “nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos”. Por ello, el ser humano está condenado a ser libre. Debo elegir quién quiero ser y cómo quiero vivir. ¿Puedo vivir sin saber quién quiero ser y cómo debo vivir una vida buena?, ¿puedo vivir sin saber cómo ser feliz?
La respuesta es evidente: no. Pero cuidado, la ética no es un manual de instrucciones que permite aprender a vivir aplicando unas normas concretas según el caso. Entonces, ¿qué me ofrece la Ética y para qué me puede servir? Entre otras muchas cosas, la ética contribuye a formar seres humanos autónomos capaces de razonar, decidir y encontrar por sí mismos el sentido que quieran darle a su vida. Seres conscientes, actores de su vida, capaces de interactuar con el prójimo, la comunidad y con su entorno. La Ética sirve para conocer y valorar el significado de la dignidad personal, de la libertad, del bien y de la verdad, además de ayudar a reflexionar sobre los principios que orientan la conducta. De hecho, conocer los valores y escoger los adecuados para que sean el fundamento de la conducta es esencial para la consecución de una vida feliz. Además, la Ética permite adquirir una independencia de criterio y juicio crítico, mediante la reflexión racional. También a consolidar hábitos de conducta moral que ayudan a planificar la propia vida. A valorar y respetar la igualdad de derechos y oportunidades de todas las personas, con independencia de su sexo, y rechazar los estereotipos y cualquier discriminación. A fortalecer las capacidades afectivas en todos los ámbitos de la personalidad y en sus relaciones con los demás, así como rechazar la violencia, los prejuicios de cualquier tipo, los comportamientos sexistas y resolver pacíficamente los conflictos. A saber y entender que sin responsabilidad no hay libertad. A aplicar correctamente criterios para elaborar las mejores normas morales que permitan guiar la conducta para que esta no sea una simple respuesta instintiva o improvisada a las dificultades o circunstancias que la vida plantea.
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