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José y María fueron dos personas siempre a la escucha del Espíritu Santo; también eran obedientes a los leyes del judaísmo y del estado romano. Forman una familia donde no todo salió perfecto, como cuando tuvieron que huir a Egipto o cuando perdieron a su hijo en Jerusalén, pero donde reinaba la armonía y el amor. La suya era realmente una vida ordinaria, rodeados de familiares, amigos y vecinos, inmersa en las dinámicas de un pueblo chiquito. Jesús de grande conocía bien las Sagradas Escrituras y era reconocido como el “hijo del carpintero” (Mt. 13, 55-56), entonces de joven probablemente estudió con un escriba y ayudaba a su padre José en el taller. Imagino a María como una ama de casa diligente y atenta, como vemos en el episodio de las bodas de Caná (Jn 2)